Como no podía ser de otra manera, en atención a los abuelitos Miguel y Teresa
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Como no podía ser de otra manera, en atención a los abuelitos Miguel y Teresa
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Si no llegas a descubrir aquellas medias en el cajón de tu ropa interior, Cecilia, aún seguirías marchitándote en ese piso con vistas al Retiro.
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El suicidio ha sido, a lo largo de la historia de la literatura, una salida airosa para numerosos héroes románticos, poetas y escritores malditos, elegantes damas infieles y artistas bohemios; no sería de extrañar que alguien tan dramático como Noelia lo contemplara como una atractiva posibilidad.
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Culpable de transgredir la norma número trece. A lo bestia. Sin reparos antes ni remordimientos después.
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Había sido ella, Cecilia, la primera en desobedecer sus propias normas.
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La respuesta a ese porqué era tan cruel que Noelia no se atrevía a articularla: por el color de tu piel, Justice; porque no tienes dónde caerte muerto ni trabajo ni futuro ni porvenir; porque es impensable que yo pueda enamorarme de ti; porque no estoy dispuesta a huir contigo a Kenia; porque eres un inmigrante ilegal; porque tu cabaña no es tuya, sino fruto de la caridad de Cecilia; porque nuestro amor está prohibido; porque existen las razas y las clases sociales y los convencionalismos. Y porque soy muy cobarde, Justice, porque me da miedo mi madre, terror mi padre, porque si les hablara de ti, vendrían a separarnos, me enviarían a estudiar a Suiza, te deportarían a ti, me arrancarían de tus brazos, me quedaría sin tu cobijo y me moriría de pena.
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Las fantasías sexuales responden a carencias y deseos reprimidos.
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«Hay que ver, lo lucrativo que es el negocio».
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—¡Despega la nave del misterio! —respondió Miss Marple, revolviéndose en sus sábanas.
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—Pero podría ser una casualidad. ¿No crees? —Las casualidades no existen, querido Watson —la desengañó la novelista. |
¿Quién es el autor/la autora de Episodios Nacionales?