Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar

[…] sólo vuela el que se atreve a hacerlo […].

Ocurren cosas terribles en el mar. A veces me pregunto si algunos humanos se han vuelto locos, porque intentan hacer del océano un enorme basurero.

Solo vuela quien se atreve a hacerlo.

Cuando Kengah sacó la cabeza del agua se vio sola en la inmensidad del océano.

Los humanos son, por desgracia, imprevisibles. Muchas veces
con las mejores intenciones causan los peores daños (...)

Tal vez no sepa volar con alas de pájaro, pero al escucharlo siempre he pensado que vuela con sus palabras […].

[…] le gustaba especialmente observar las banderas de los barcos, pues sabía que cada una de ellas representaba una forma de hablar, de nombrar las mismas cosas con palabras diferentes.