Posiblemente uno de los mayores aciertos que tuve a la hora de adentrarme en las páginas de “Serpiente de cascabel” fue precisamente no haber leído absolutamente nada acerca de su argumento y dejarme llevar así por el ritmo de una historia que, más allá de atraparnos con su trama, nos invita a la reflexión a través de situaciones y frases que se quedan grabadas. Antonio Sensada Bautista consigue conciliar acción, drama, un realismo descarnado en ocasiones y un humor ácido latente que da el tinte agridulce a la novela. Aunque ambientada principalmente en España, el periplo del protagonista por carretera es imposible que no traiga esas reminiscencias de las grandes rutas estadounidenses, a lo que contribuyen también esos aires un tanto decadentes de los moteles y ambientes turbios en general en los que se mueven los personajes aproximadamente a finales del siglo XX o principios del XXI. Seguimos la andadura de Ray, un hombre en la temprana cuarentena que se mueve en el mundo de la mafia que opera en Barcelona. Enamorado de la mujer de su jefe, con la cual ya ha tenido una historia anterior, su futuro no parece prometedor como ya queda patente en las primeras páginas del libro. Obligado a huir, su periplo nos llevará hasta el sur de Francia y de nuevo de vuelta a España en un viaje de autodescubrimiento (que también nos ayudará a comprenderlo mucho mejor) y en el que conocerá a personas como Ben que conseguirán desperezar partes de Ray dormidas mucho tiempo atrás. El libro cuenta con numerosas referencias al mundo cinematográfico y sobre todo musical dado el gusto del protagonista por la música rock, algo que complementa a la perfección la estética que transmiten los ambientes en que se mueven los personajes. Hay que reconocer que éstos son individuos duros, con historias dramáticas detrás y que, sin embargo, llegan al corazón de manera certera. Cada uno de ellos trata de lidiar con su pasado de una manera diferente y en esa convergencia vamos conociendo mejor a Ray y su particular lucha de autorredención. La culpa es sin duda uno de los temas más recurrentes de la novela, pero a partir de un sentimiento tan doloroso, se irán desarrollando otros como el perdón, la amistad, solidaridad, aceptación…todo ello acompañado de grandes dosis de acción que no dan tregua al lector. El libro cuenta con numerosas reflexiones profundas rodeadas de esa aura que (tal y como ya se menciona en la trama) parece convertir a Ray y Ben en una suerte de Bonnie & Clyde españoles en su ruta desenfrenada por el desierto de los Monegros. Los moteles de carretera, bares casi abandonados, individuos pendencieros, personajes tristes pero entrañables como Lola…vienen a completar una ambientación impecable que me ha hecho desear rescatar los nostálgicos casettes de los 90. Ojalá pudiera explayarme sobre un final apoteósico, un broche inigualable en el que se precipitan los acontecimientos hasta dejar casi sin respiración por su ritmo. Sin embargo, los detalles tendrá que conocerlos el lector que se atreva a adentrarse en el absorbente terreno de esta “Serpiente de cascabel”. + Leer más |