Una venganza mortal

Ella lo miró a los ojos. Aquellos ojos que, después de todo, aún significaban para ella su familia, la seguridad, su hogar.

Aquellos que no creen en el alma nunca han visto marcharse una.

Todo final puede ser un nuevo comienzo, pero todo comienzo debía tener un final.

Tal vez ella sí era de cristal.
Pero el cristal es frágil solo hasta que se rompe.
Entonces, es afilado.

(…) se daba cuenta cuando alguien mentía, porque todas esas cosas que no decía quedaban en el aire y lo hacían pesado, como la presión antes de una tormenta.

La manera más rápida de apagar una llama era asfixiarla.

(…) esa mirada cuidadosamente inexpresiva que tenían los adultos cuando intentaban convencer a alguien de que todo iba bien. Siempre suponían que, si no decían algo, eso no se sabría nunca. Pero no era así.

Lo malo de los errores era que no siempre eran grandes, ni obvios. A veces eran sencillos. Pequeños.

Los EO eran seres rotos por definición, que se habían vuelto temerarios por la ausencia, el vacío, el conocimiento de que sus vidas habían terminado.

Ellos creen que son reyes, pero nosotras somos el poder detrás del trono.