Antes de dar mi opinión quiero agradecer a Babelio y Alvarellos el envío de este ejemplar a través de Masa Critica Comentar que resulta emocionante tener entre las manos una reproducción de la edición original de 1920 maquetada por Valle Inclán y con unas ilustraciones de Moya del Pino. Como indica en la sinopsis, “un libro para leer y también un libro para contemplar, para mirar” y doy fe de que cada finalización de capítulo es un regalo para los ojos. Entrando en la novela, Flor de santidad se refiere a Adega, una huérfana a la que acogieron en una familia aunque más como esclava que por caridad. En unas tierras donde el hambre y la miseria es la protagonista, Adega siempre tiene unas buenas palabras para aquellos con los que se encuentra hasta que tropieza con un peregrino al que ella confunde con Jesucristo resucitado. Si bien en la novela no lo detalla, Adega pasa una noche en un establo con el peregrino y ella, visionaría e iluminada, confundida y en una Galicia donde se entremezclan religión con supersticiones y milagros vagabundea en búsqueda de un trabajo que le proporcione una comida caliente. Valle Inclán mezcla religión con superstición y hace que sus personajes duden entre si Adega, tan buena y con tanta fe, es una alucinada o una Santa. Un lujo de novela para disfrutar con calma, gustando de la prosa e ilustraciones con una magnífica ambientación donde el lector vagabundea por tierras gallegas. + Leer más |
Manuel Vicent (Villavieja, 1936) todavía conserva el libro que su maestro en la escuela le regaló el día de su primera comunión: Lo que puede más que el hombre. Un libro infantil de coloridas ilustraciones que ojea entusiasmado como si siguiese siendo el niño libre y curioso que se pasaba las horas leyendo cómics hace siete décadas. “La imagen de la chimenea de mi casa el día que vino el maestro Don Manuel siempre ha perdurado en mi memoria”, dice mientras pasa las páginas y se detiene en un dibujo en el que un hombre es atacado por un lobo.
Con seis años, el escritor valenciano solía emular a El Hombre Enmascarado, escapándose de expedición por la montaña para buscar bombas y vestigios de la guerra civil entre las trincheras. Las voces de su niñez: el sonido del mar, la brisa del Mediterráneo, los recuerdos de la posguerra..., siempre han estado presentes en su obra. “Y no he podido salir de ahí. Cuando me vine a Madrid desde Valencia, perdí mi sitio, mi territorio, así que lo convertí en literatura. He viajado por muchos lugares, pero a mí que me conozcan en Japón o en Australia no me interesa nada. ¡Si no voy a ir jamás!”, afirma con vehemencia. “Me interesa que me conozca el tendero de al lado de mi casa”.
En octubre, Manuel Vicent publicó su último libro, Retrato de una mujer moderna, “la crónica sentimental de una posguerra” con la voz y la vida de Concha Piquer como protagonistas. Aunque ahora mismo, con ochenta y seis años, de lo que más disfruta es releyendo literatura y escuchando música que le gustó en el pasado. “Para mí leer es como volar”, comenta sentado en el lateral de la cama de la biblioteca. Allí duerme todas las noches, arropado por unas trescientas primeras ediciones, entre las que sobresalen las obras completas de Baroja y Valle Inclán.