Me adentró en el poemario de
Chris Pueyo sin pensar, dispuesta a dejarme llevar. Y, de pronto, me cuentro el verso que parece haber sido escrito para mí: «Nadie que te haga sentir pequeño merece verte crecer». Y empieza a girar la rueda de la memoria, incesante e inhumana, sin tener en cuenta mi sensación de mareo. Sí, amor cuántas veces te sentirías pequeño, a causa de molinos que se te tiraban gigantes y que mí, ni en naturaleza ni en tu fantasía lograban desviarme del faro permanente de tu mirada. Y sí, cuántas veces, amor, me hiciste sentir diminuta, imprescindible, sin ningún talento, capaz de nada. Sin darle la menor importancia. Detengo la travesía y ordeno mis páginas.
Después del éxito de
El chico de las estrellas (2015), en que nos maravilla ese vagabundeo -y otras ocuridades- que encuentra consuelo en techos estrellados. Hasta que encuentra aquello que lo buscaba, y a lo que él buscaba, inconsciente, desde siempre, con los ojos cerrados. Tengo en mis manos
Aquí dentro siempre llueve (2017), que funciona perfectamente como un espejo e ilusiones, fantasía, rasguños, heridas y desgarros, que no resultarán ajenos a quellos que han amado y, también, perdido. Muy interesantes los poemas escritos a cuatro manos con amigos y familiares, que aportan un nuevo punto de vista y una frescura a un texto con el que resulta imposible no identificarse.
Tengo muchas ganas de leer Mi abuela (2018), en el que desarrolla la particular trayectoria vital de la mujer que lo vio crecer y también al reciente
Hombres a los que besé (2021), y experimentar ese recorrido de ocasiones que se comunican sin decir una palabra y se van relatando, hasta deshacerse, o no, en su propia historia.
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