Marianela

¿De qué modo se retrata el alma en las caras? Si la luz no sirve para enseñar lo real de nuestro pensamiento, ¿para qué sirve? Lo que es y lo que se siente, ¿no son una misma cosa? La forma y la idea, ¿no son como el calor y el fuego? ¿Pueden separarse?

La forma y la idea ¿no son como el calor y el fuego? ¿Pueden separarse? ¿Puedes dejar tú de ser para mí el más hermoso, el más amado de todos los seres de la tierra cuando yo me haga dueño de los inmensos dominios de la forma?

Eres una personilla delicada, muy delicada, quizá de inmenso valor; pero, ¡qué demonio!, pon un arpa en manos toscas..., ¿qué harán?, romperla...; porque tu constitución débil no te permita partir piedra y arrastrar la tierra ¿se ha de afrirmar que no sirves para nada?

Esta figurilla de pájaro, esta tez pecosa, esta boca sin gracia, esta nariz picuda, este pelo descolorido, esta persona mía que no sirve sino para que todo el mundo le dé con el pie. ¿Quien es la Nela? Nadie. La Nela sólo es algo para el ciego.

¡Retroceder! ¡Qué absurdo! O yo dejo de ser quien soy, o llegaré esta noche a las famosas minas de Socartes y abrazaré a mi querido hermano. Adelante, siempre adelante.

A veces el que tiene más ojos ve menos.

-¡A leer!… ¿Y quién me ha de enseñar?
– Mi padre. Yo le rogaré a mi padre que te enseñe a leer. Ya sabes que no me niega nada. ¡Qué lástima tan grande que vivas así!

Si Dios no nos ha dado alas; en cambio nos ha dado el pensamiento, que vuela más que todos los pájaros, porque llega hasta el mismo Dios...

No comprendía que una palabra cariñosa, un halago, un trato delicado y amante que hicieran olvidar al pequeño su pequeñez, al miserable su miseria, son heroísmos de más precio que el bodrio sobrante de una mala comida.

Mi corazón es todo para el. Este cieguito que ha tenido el antojo de quererme mucho.