El funeral de los cerezos

Dos sepultureros (Hipólito y Max) cavan una tumba en el cementerio, Max le instruye a Hipólito sobre el eterno retorno, la inmortalidad, el sentido de la vida en una pieza teatral que carece de motor argumental, porque no deja de ser más que una mera acumulación de diálogos que transmiten reflexiones, ni emociones ni intriga. Sin conflicto no hay drama. La presencia del Alcalde dota de un tono crítico y humorístico el final de la pieza, pero no consigue reflotarla y permanece a la deriva en lo que es una oportundiad perdida para un autor sin voz. Teatro de barrio que no queda.

El funeral de los cerezos es -como su subtítulo indica (Tragicomedia de la memoria y el absurdo en un solo acto)- una obra de teatro.

Dos hombres cavan una fosa junto a un cerezo para enterrar el ataúd que reposa a su lado. Ninguno de los dos sabe quién es el muerto, solo saben que a su funeral únicamente acudieron mujeres.Ningún hombre. Ninguna autoridad.

Mientras cavan conversan y divagan sobre la vida y la muerte, la eternidad, la inmortalidad, la identidad y la pertenencia, la memoria y la política, el poder y sus verdades creadas a medida, la Historia siempre escrita por los 'vencedores', el chiste en el que se ha convertido la democracia... Se van uniendo a la escena diferentes personajes: dos guardias, el alcalde del pueblo, la florista, varios concejales, etc. añadiendo voces e interpretaciones.

"Metafísica y anarquía. Eterno retorno y poesía. Los de arriba y los de abajo. Estos son los artilugios con los que Nicolás Paz Alcalde disecciona la condición humana. Y, ya puestos, urde una metáfora contra la Historia de España del siglo XX y su desmemoria." (*)

Paz Alcalde escribe de una forma que me ha encantado. Utiliza un lenguaje sencillo y elaborado a la vez (dependiendo de la voz y del momento); introduce -entre fragmentos serios que han conseguido emocionarme muchísimo- un humor inteligente, ácido y esperpéntico (literalmente); las intervenciones cortas se mezclan con otras más largas y líricas y con mensajes filosóficos y profundos. El ritmo de la trama es otra cosa que me ha enamorado: la velocidad justa con las acotaciones precisas.

Es una obra corta que se lee en una tarde, pero os aseguro que -como yo- la vais a releer casi inmediatamente después de acabarla. Si os gusta leer teatro no os lo podéis perder, si no estáis acostumbradas o no os llama mucho el género dadle una oportunidad, porque de verdad que me parece una pasada. Un libro que dice mucho más de lo que cuenta y que se queda en tu cabeza.


(*) Extracto de la sinopsis de la editorial.
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