Hacer comparaciones con otros niños no sirve de nada. Va a ser Inés, y solo ella, quién nos muestre su destino. Cada ser humano cuenta con un potencial. Estamos en el inicio de una vida, a partir de aquí todo puede ser ganancia.
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Hacer comparaciones con otros niños no sirve de nada. Va a ser Inés, y solo ella, quién nos muestre su destino. Cada ser humano cuenta con un potencial. Estamos en el inicio de una vida, a partir de aquí todo puede ser ganancia.
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Cuanto más queremos a una persona, más frágiles y más inseguros nos sentimos a causa de esta
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"Mirar a un bebé mientras duerme es contemplar la fragilidad del ser humano. Escucharlo respirar suave y armoniosamente produce una mezcla de calma y sobrecogimiento. Observo al bebé que tengo frente a mí, su cara relajada y pulposa, el hilo de leche que escurre por una de las comisuras de sus labios, sus párpados perfectos, y pienso que cada día uno de los niños que duermen en todas las cunas del mundo deja de existir. Se apaga sin hacer ruido como una estrella perdida en el universo, entre miles de otras que siguen alumbrando la oscuridad de la noche..." (Pág.11).
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Cuanto más queremos a una persona, más frágiles y más inseguros nos sentimos a causa de esta. Hay seres sin los cuales uno no se concibe en este mundo.
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Cuando eres joven resulta fácil tener ideales y vivir conforme a ellos. Lo complicado es mantener la coherencia a lo largo del tiempo y a pesar de los retos que nos impone la vida.
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Los pensamientos son como las nubes moviéndose en el cielo. Antes de que te des cuenta, cambian de forma o simplemente dejan de estar ahí.
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“Mirar a un bebé mientras duerme es contemplar la fragilidad del ser humano”.
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"Durante años traté de convencer a mis amigas de que reproducirse constituía un error irreparable. Les decía que su hijo, por tierno y dulce que fuera en sus buenos momentos, siempre representaría un límite a su libertad, un peso económico, para no hablar del desgaste físico y emocional que ocasionan: nueve meses de embarazo, otros seis o más de lactancia, desveladas frecuentes durante la niñez, y luego una angustia constante a lo largo de su adolescencia. 'Además, la sociedad está diseñada para que seamos nosotras, y no los hombres, quienes se encarguen de cuidar a los hijos, y eso implica muchas veces sacrificar la carrera, las actividades solitarias, el erotismo y en ocasiones la pareja', les explicaba con vehemencia. '¿Vale realmente la pena?'." (Pág.16).
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"Ninguna madre sabe cuánto tiempo vivirán sus hijos. Existe incluso una expresión según la cual solo los tienen prestados, y el tiempo de ese préstamo puede durar desde unas horas hasta varias décadas. En el caso de Inés sería extremadamente corto. En un mismo día Alina y Aurelio recibirían a su hija y se verían despojados de ella. El médico lo había dicho con todas sus letras: la niña moriría al nacer." (Pág.69).
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Lo cierto es que en nuestra sociedad los hijos se adjudican a los padres optativamente y a las madres por obligación.
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Como agua para chocolate