Los sueños de los hombres suelen arruinarse con los hechos de los hombres.
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Los sueños de los hombres suelen arruinarse con los hechos de los hombres.
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La codicia es siempre la furcia con más clientes del burdel
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Y sabía que, allá donde fuera, Roma llevaría con ella aquel calamitoso equipaje. La Loba era una plaga que se extendía, de un rincón al otro del mundo, consumiendo hasta el último grano, bebiendo hasta la última gota. Acabando con todo.
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La República es un sueño maravilloso -dijo el señor de Roma-, pero los sueños de los hombres suelen arruinarse con los hechos de los hombres.
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El joven exponía sus argumentos con tino. Agrandaba las querellas que afectaban a sus posibles detractores. Ponía el acento allá donde le serviría para favorecerse en el futuro. Relajaba aquellas habladurías que en nada le beneficiaban. Tergiversaba la verdad según su conveniencia, bien abrigado en la confianza que había cultivado en los ánimos de su tío.
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Era la leyenda del mal hecha carne. Urco. El can negro. Tenebroso como la noche, cargado con cadenas herrumbrosas que arrastraban lamentos y aterrorizaban a los hombres. Era el monstruo que surgía de las tempestades del océano para esparcir la muerte. Era la bestia en la que habían sembrado la sed de la venganza.
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Y corrió hacia la lobera. Casi tan rápido como el ocaso que encharcaba el horizonte, porque aquel rastro solo podía significar una cosa: muerte.
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