Ya en la alcoba, tras la cena, espera a su marido. Piensa que ahora sí querrá yacer con ella y se prepara, se pone un camisón que le regaló una de las chicas del club, uno que usaba con los clientes y que, según le dijo, encendía a los hombres.
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Ya en la alcoba, tras la cena, espera a su marido. Piensa que ahora sí querrá yacer con ella y se prepara, se pone un camisón que le regaló una de las chicas del club, uno que usaba con los clientes y que, según le dijo, encendía a los hombres.
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Nadie regresa indemne del infierno.
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El sufrimiento humano es como un gas en una cámara vacía: se expande hasta ocupar todo el espacio disponible.
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¿Hasta dónde somos capaces de soportar? ¿Cuál es el límite de nuestro dolor?
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Todos tenemos secretos y hay que respetarlos; cuando una persona se queda sin secretos lo ha perdido todo.
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¿Este trabajo no nos convierte en seres egoístas que solo están pendientes de sus propias heridas?
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Nadie regresa del infierno indemne.
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Sé que la venganza no es cristiana, pero no lo puedo evitar. Cuando me voy a la cama sólo pienso en que encuentren a ese desgraciado que lo mató y que su familia lo pase tan mal como lo he pasado yo. Después me arrepiento y voy a la iglesia y pido perdón, pero por la noche vuelvo a pensar lo mismo. No sólo me quitaron a mi hijo, me han quitado también la compasión
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El sufrimiento humano es como un gas en una cámara vacía: se expande hasta ocupar todo el espacio disponible.
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Nadie regresa indemne del infierno
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