Cuando se le llama, viene... algunas veces, por lo menos. O seas, cuando tengo un bol de comida entre las manos, o cuando me estoy comiendo un sándwich de atún.
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Cuando se le llama, viene... algunas veces, por lo menos. O seas, cuando tengo un bol de comida entre las manos, o cuando me estoy comiendo un sándwich de atún.
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Tenía que llevarle algo a Jamie, un regalito. Sabía que había captado perfectamente el olor de la camiseta del hombre, ¡como para no captarlo!, pero... no había hecho nada. Habría que recordárselo. Algunas veces hasta le tenía que recalcar su desayuno, pese a que sabía que tenía que ponérselo inmediatamente después de que se despertara.
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Diogee se zampó el trozo de carne en un plis plas. Era un adicto, y David su camello. Lo cual significaba que, por mucho que el perro fuera el primero que salía por la puerta y decidiera la dirección del paseo, David sería siempre el macho alfa. A no ser que Diogee fuera capaz de discurrir un modo de ganar dinero y de gastárselo en la tienda de comida para perros.
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Esto no es una cita. Es una trampa para atraparme en un negocio piramidal.
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Mac no siempre tenía ganas de que lo tocara, pero solía adivinar si ella necesitaba de verdad abrazarlo, y se dignaba a permitírselo.
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Quería mucho a Jamie, pero los humanos, a veces, era extremadamente lerdos.
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Diogee volvió a ladrar, pero esta vez hubo respuesta: un maullido potente, desafiante y profundo que procedía de un gato pequeño y atigrado, que estaba sentado en el porche cubierto de la casa. Sus ojos dorados estaban fijos en Diogee, y era como si le enviara rayos láser llenos de odio. En respuesta, Diogee apretó los dientes haciéndolos sonar de forma siniestra.
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El retrato de Dorian Gray