PREGÚNTASELO AL GATO de Melinda Metz
Diogee se zampó el trozo de carne en un plis plas. Era un adicto, y David su camello. Lo cual significaba que, por mucho que el perro fuera el primero que salía por la puerta y decidiera la dirección del paseo, David sería siempre el macho alfa. A no ser que Diogee fuera capaz de discurrir un modo de ganar dinero y de gastárselo en la tienda de comida para perros.
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