PREGÚNTASELO AL GATO de Melinda Metz
Diogee volvió a ladrar, pero esta vez hubo respuesta: un maullido potente, desafiante y profundo que procedía de un gato pequeño y atigrado, que estaba sentado en el porche cubierto de la casa. Sus ojos dorados estaban fijos en Diogee, y era como si le enviara rayos láser llenos de odio. En respuesta, Diogee apretó los dientes haciéndolos sonar de forma siniestra.
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