Por supuesto, la música es un arte pasajero; está en su esencia misma ser volátil. Pero es esta noción misma de creación y olvido constante lo que me aterra: la noción de nuestra propia futilidad.
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Por supuesto, la música es un arte pasajero; está en su esencia misma ser volátil. Pero es esta noción misma de creación y olvido constante lo que me aterra: la noción de nuestra propia futilidad.
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Y cuando uno está arruinado, la única forma de evitar el colapso definitivo es seguir arruinándose. Es una ley económica extraña, pero irrebatible: nadie conoce los límites de la ruina, salvo los que se detienen por miedo o por cansancio. Por la ruina, como por el cosmos, se puede ir viajando sin llegar nunca al final.
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En definitiva, no sé que hacer ni a dónde ir... Pero eso no significa que no piense; al contrario, todo mi desconcierto se debe a que pienso demasiado. Ante la duda y la incertidumbre, no hago otra cosa que pensar. También pienso que pensar no conduce a nada, que es un modo estúpido de vivir. Sé que solo la acción trae consigo la acción, que solo la acción puede cambiar las cosas o iniciar el cambio de las cosas. Pensando no se pone el mundo en movimiento; al contrario, el pensamiento lo estanca todo. Yo pienso esto que acabo de decir, pero no me sirve de nada; pensarlo no me sirve de nada. Me aborrezco y me avergüenzo de mi apatía. Cuando pienso en mí, en lo que soy y en lo que hago, no me gusto: el balance siempre es negativo.
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Qué simple, a pesar de todo, es la vivencia de los sueños, pensó; en cambio, en la realidad, todo son preguntas e incertidumbres.
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El platillo llamado Duelos y Quebrantos (torta de huevos, jamón y chorizo) aparece en: