—Lo siento —musité. —No tienes que sentir nada. Nunca he entendido por qué tenemos que disculparnos si lloramos. |
—Lo siento —musité. —No tienes que sentir nada. Nunca he entendido por qué tenemos que disculparnos si lloramos. |
Soy Eliza Kyteler.. Mi nombre en mi mundo, para bien o para mal, tiene unos privilegios que nadie me puede negar
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Todo está relacionado, cualquier acción, por mínima que parezca, traerá enormes consecuencias.
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Los hombres tienen puestos mucho mejores que nosotras, reciben más compensación por sus actos, pero luego somos nosotras, las Sangre Negra, las que son conocidas como algo negativo en la sociedad de los Sangre Roja, las bujas, las que somos la representación del mismísimo mal, cuando realmente son los hombres lo que mueven nuestros hilos.
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Sus ojos castaños no eran más que madera para alimentar mi fuego.
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Los vencedores siempre son los buenos. Y siempre ha sido los que han escrito la historia -continuó él. Esta vez, sus palabras estuvieron empapadas por un regusto agridulce-. Eso convierte a los narradores en unos mentirosos.
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Quizás si la hubieran educado para algo más que para tomar el té, acudir a fiestas absurdas hasta el amanecer y buscar marido, podría haber sido algo más que una prostituta -solté de pronto, con la rabia aguijoneándome la lengua.
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-Todos te adorarán, Eliza. No le respondí, porque sabía que tenía razón. Tenía lo esencial para que todos me adorasen: un gran apellido y una enorme fortuna de la que nunca podría hacer uso libremente. |
No sabía que piel quemaba más. Si la suya o la mía.
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¿Qué criaturas mágicas podemos encontrar en Gringotts, el banco de magos?