La nada es, después de todo, un anatema para la mayoría de los escritores. Damos por sentado que tendremos que pasar una buena parte de nuestra vida aceptando la nada como el precio a pagar por sentir un opuesto resonante, el ser.
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La nada es, después de todo, un anatema para la mayoría de los escritores. Damos por sentado que tendremos que pasar una buena parte de nuestra vida aceptando la nada como el precio a pagar por sentir un opuesto resonante, el ser.
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Uno se vuelve consciente del enorme aparato de la nada, el zumbido de un equipo de alta fidelidad, el vacío de una interrupción gratuita. Uno se vuelve consciente de la guerra con con cada uno de nosotros, de cómo la nada en cada uno de nosotros busca atacar el ser de los demás, de cómo nuestro ser a su vez es atacado por la nada de los demás.
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Si pudiera dar una máxima a un escritor joven, le diría que viva su cobardía. Vive con ella cada día. Aborrécela o defiéndela, pero no trates de librarte de ella. La cobardía es una causa primordial, la apatía literaria o el bloqueo del escritor declarado es con mucha frecuencia el efecto.
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Sí, no es un asunto humano común decir que vas a escribir una novela. Estás planeando crear un mundo. Esta suposición semejante a la de Dios puede ser embriagadora, pero nunca cómoda. Ni debería serlo. Dar con una visión que puede darnos alguna idea de la mente del Señor, eso es participar de la belleza. Cuando leemos a Proust o Stendhal o Joyce, en realidad a cualquiera de los grandes novelistas, Tolsoti, Mann, o Faulkner, o a veces Hemingway, nos da la idea de que un aspecto esencial de la mente de Dios no es extraño al estilo de la mente de ellos.
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La repetición no inspirada mata el alma, es una regla del arte.
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Sin refinar el filo de la percepción de uno, es casi imposible seguir trabajando como escritor.
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Siento que el propósito final del arte es intensificar, exacerbar la conciencia moral de la gente. En particular, creo que la novela en su mejor forma es la más moral de las artes morales. Estás explorando los intersticios de la conducta humana, lo cual es el primer acercamiento a la experiencia religiosa para muchos de nosotros, en especial, desde que las organizaciones organizadas empiezan a no dar cuenta suficiente de las complejidades terribles de la experiencia moral. La regla general más sensata para el aspirante a moralista es que no hay respuestas, sólo preguntas.
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No puede haber una gran democracia sin grandes escritores. Si desaparecen las grandes novelas, como están en peligro de hacerlo, y nuestra narración de historias es cooptada por la televisión y el periodismo, entonces, creo que estaremos hasta ese punto más alejados de una sociedad libre. Las novelas que revigorizan nuestra visión de la sutileza del juicio moral son esenciales para una democracia.
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La democracia es la encarnación palpitante de la dialéctica, tesis, antítesis, síntesis dispuesta a convertirse en nueva tesis.
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Si alguna de mis ideas puede lograr el cambio de la mente de alguien más inteligente que yo, espléndido. Si haces avanzar una idea tan lejos como puedes y es tomada y mejorada por alguien que discutirá del lado opuesto, entonces, en efecto, has mejorado la mente de tu adversario.
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Son considerados los padres de la filosofía occidental: