Había saltado al abismo. Ya solo podía rezar para que hubiera una red al fondo.
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Había saltado al abismo. Ya solo podía rezar para que hubiera una red al fondo.
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Había gente buena: en el fondo, siempre había una pizca de bondad en todo el mundo. Tenía que haberla.
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Nunca expresáis vuestros problemas, aunque vuestros ojos os traicionan.
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—¿Qué sentido tiene tener un cerebro si no lo usas para hacer juicios? —¿Qué sentido tiene tener un corazón si no lo usas para ahorrarles a los demás los duros juicios de tu cerebro? |
Me gusta la música —dijo lentamente— porque cuando la escucho me… me pierdo dentro de mí misma, no sé si eso tiene sentido. Me vacío y me lleno al mismo tiempo y siento que el mundo entero gira a mi alrededor. Cuando toco, no estoy…, para empezar, no estoy destruyendo, sino creando —se mordió el labio—.
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La pregunta había abierto una rendija en la puerta mental que siempre tenía clausurada, y ahora estaba intentando cerrarla a toda costa. Al ver la cara de Dorian y al verlo tan cerca de ella… La puerta se cerró y Celaena echó la llave.
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—El valor del corazón es algo muy infrecuente —dijo con una calma repentina—. Deja que te guíe.
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(…) puedo sobrevivir por mis propios medios… siempre que me suministren buen material de lectura.
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—¿Quién quiere que lo odien? Aunque prefiero que me odien a ser invisible. Pero eso no cambia las cosas.
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Las notas se le agolpaban en la punta de los dedos; vacilantes al principio, pero cada vez más confiadas a medida que la emoción iba adueñándose de la música. Era una pieza triste, pero a ella la hizo sentir limpia y renovada. Le sorprendió que sus manos no hubiesen olvidado tocar, que en algún lugar de su cabeza, después de un año de oscuridad y esclavitud, la música siguiese viva y palpitante. Y que en alguna parte, entre las notas, estuviese Sam. Se olvidó del tiempo al pasar de una pieza a otra, expresando lo indescriptible, abriendo antiguas heridas, tocando y tocando mientras el sonido la perdonaba y la salvaba.
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Es un retelling de...