Desdichado aquel a quien los recuerdos de la infancia solo traen temor y tristeza. Infeliz del que mira atrás y no ve más que horas de soledad en amplias y lúgubres estancias con negras colgaduras y enloquecedoras hileras de libros antiguos; o aquel que ve espantosas vigilias entre árboles sombríos y grotescos, verdaderos gigantes que agitan silenciosamente sus torcidas ramas.
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