Carmen se arrepintió de lo que había dicho, consciente de que apabullar a Asun con aquella lista de nombres subrayaba el ínfimo lugar que ocupaba Santos en una historia que, en su caso, solo podía escribirse minúsculas.
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Carmen se arrepintió de lo que había dicho, consciente de que apabullar a Asun con aquella lista de nombres subrayaba el ínfimo lugar que ocupaba Santos en una historia que, en su caso, solo podía escribirse minúsculas.
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Agradecidos por que haber sido tres les había permitido soñar libres. Y tristes porque ahora que la madrugada tocaba su fin resultaba evidente que, acabado el sueño, lo único que perviviría a la mañana siguiente eran las cadenas que encerraban a sus respectivos Segismundos.
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Porque ser nombre, ser su propio nombre en medio de una Historia que se reservaba las mayúsculas siempre para los otros, era justo lo que más anhelaba.
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–¿Eres escritor? –dijo asustada. –¿Y eso? –¿El qué? –Esa cara de pánico... –se rió– ¿Tanto miedo te daría que yo escribiese? –En este país sí. |
¿De qué nacionalidad es Stephen King?