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—Pero es que yo quiero casarme contigo, George, y, por lo que veo, voy a tener que seducirte para convencerte.
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—Pero es que yo quiero casarme contigo, George, y, por lo que veo, voy a tener que seducirte para convencerte.
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(…) El mayordomo sabe que no puede traspasar el umbral de esa puerta bajo ningún concepto. Si mi madre tiene un percance, que llame al médico y, si hay un incendio, seremos capaces de salir por las ventanas cuando nos aceche el fuego. Eso sí —bromeaba, intentando aliviar la tensión en el gesto de ella—, tienen permiso para irse sin aguardarnos. No espero que ningún sirviente muera por el deseo que me consume cada vez que te tengo cerca.
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—¿Sabes que acabas de perder? —Al contrario, he ganado tu corazón y no necesito más victorias. Y ahora, cállate y bésame, por favor. |
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(…) yo quiero algo más que respeto, admiración y deseo por tu parte. Yo quiero tu corazón a cambio del mío.
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Anotó mentalmente que su esposa debería tener carácter, paciencia o una habilidad innata para asesinar y hacer desaparecer cadáveres, si quería tener una relación cordial con la que se convertiría en la marquesa viuda.
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¿En qué año aparece Mafalda por primera vez publicada?