La diversión de desafiar a lord Herbert de Ruth M. Lerga
(…) El mayordomo sabe que no puede traspasar el umbral de esa puerta bajo ningún concepto. Si mi madre tiene un percance, que llame al médico y, si hay un incendio, seremos capaces de salir por las ventanas cuando nos aceche el fuego. Eso sí —bromeaba, intentando aliviar la tensión en el gesto de ella—, tienen permiso para irse sin aguardarnos. No espero que ningún sirviente muera por el deseo que me consume cada vez que te tengo cerca.
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