[...] Yo no soy buena onda Yo acepto al mundo Sin pedirle esa buena onda Pero igual se ríen Tengo cicatrices de risas en la espalda [...] |
[...] Yo no soy buena onda Yo acepto al mundo Sin pedirle esa buena onda Pero igual se ríen Tengo cicatrices de risas en la espalda [...] |
[...] Usted no sabe Cómo cuesta encontrar el amor En estas condiciones Usted no sabe Qué es cargar con esta lepra La gente guarda las distancias [...] |
¿Van a dejarnos bordar de pájaros las banderas de la patria libre? El fusil se lo dejo a usted Que tiene la sangre fría Y no es miedo El miedo se me fue pasando De atajar cuchillos En los sótanos sexuales donde anduve Y no se sienta agredido Si le hablo de estas cosas Y le miro el bulto No soy hipócrita ¿Acaso las tetas de una mujer no lo hacen bajar la vista? |
[...] No necesito disfraz Aquí está mi cara Hablo por mi diferencia Defiendo lo que soy Y no soy tan raro Me apesta la injusticia Y sospecho de esta cueca democrática [...] |
-Sin regreso. -¿Te fijas que algo se va cuando dejas de mirarme? Algo se rompe. Mírame. -Te estoy mirando. -No, no me estás mirando a mí, estás mirando mi muerte. La muerte tomó vacaciones en mis ojos. |
-Menos al amor. -Bueno, a la gente le gusta que tú te mueras, se sienten más vivos, más seguros. Pero los portadores estamos más allá del amor. Sabemos más de la vida, pero por descuentos. Este mismo minuto, yo soy más feliz porque no habrá otro. -Nunca hay otro para nadie. |
-Casi nada, hay muchas cosas por las que vivir. El mismo sida es una razón para vivir. Yo tengo sida y eso es una razón para amar la vida. La gente sana no tiene por qué amar la vida, y cada minuto se les escapa como una cañería rota.
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-Bueno, estábamos en el amor. El jardín portador del amor. ¿No crees que te corres del tema? -Siempre, nunca tienen que saber lo que estás pensando. |
Como si la enfermedad en su holocausto se hubiera convertido en preñez de luto, invirtiendo muerte por vida, agonía por gestación. El sida, para la Loba trastornada, se había transformado en promesa de vida, imaginándose portadora de un bebé incubado en su ano por el semen fatal de ese amor perdido.
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Quizás las pequeñas historias y las grandes epopeyas nunca son paralelas, los destinos minoritarios siguen escaldados por las políticas de un mercado siempre al acecho de cualquier escape. Y en este mapa ultracontrolado del modernismo, las fisuras se destacan y se parchan con el mismo cemento, con la misma mezcla de cadáveres y sueños que yacen bajo los andamios de la pirámide neoliberal.
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El retrato de Dorian Gray