Los días, sin embargo, eran todos iguales, descoloridos, llenos de aburrida desgana hacia todo cuanto me rodeaba; se arrastraban soñolientos hacia la extrema indiferencia. Solo temía las noches y no sabía cómo escapar de ellas [...]
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Los días, sin embargo, eran todos iguales, descoloridos, llenos de aburrida desgana hacia todo cuanto me rodeaba; se arrastraban soñolientos hacia la extrema indiferencia. Solo temía las noches y no sabía cómo escapar de ellas [...]
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[...] Ahora, el silencio y la oscuridad eran lo único que podía liberarnos por un momento, y ese olvido convertía la desesperación que nos cercaba en un descanso de la tortura diaria. [...]
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[...] Ensimismado, estupefacto, caí en las aparentemente inalcanzables regiones de la inercia y, en la creciente intensidad de la pérdida, me fundí con aquel fluido y ciego coloso, como si le estuviera perdonando todo sin el más mínimo esfuerzo, sin palabras, libre de cualquier pensamiento.
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El hombre, al contrario de lo que aparenta, no se inventa objetivos. Se los impone la época en que nació, puede estar a si servicio, o bien rebelarse contra ellos, pero tanto el objeto de la entrega como el de la rebelión vienen dados desde fuera. Para experimentar una plena libertad en la búsqueda de metas, tendría que vivir a solas y por ahí no hay salida [...]
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La noche me miraba a la cara, amorfa, ciega, infinita, sin fronteras. Ni un solo comienzo alivió la oscuridad detrás del cristal.
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Tal vez valga la pena quedarse. Sin duda no aprenderemos nada acerca de él, pero sí acerca de nosotros.
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[...] No soy un estudioso de las ciencias de la religión y quizás no haya descubierto gran cosa, pero, por un casual, ¿sabes si alguna vez ha existido una fe en un dios... imperfecto? —¿Imperfecto? —repitió, arqueando las cejas —. ¿Qué quieres decir? En cierto sentido, los dioses de todas las religiones eran imperfectos por culpa de sus exagerados rasgos humanos. El dios del antiguo testamento, por ejemplo, era un alborotador, sediento de víctimas propiciatorias y de muestras de respeto, celoso de otros dioses... Los dioses griegos, por su inclinación a riñas y disputas familiares, eran también, imperfectos de un modo intrínsecamente humano. |
No queremos conquistar el Universo, solamente aspiramos a extender los límites de la Tierra a las fronteras del Cosmos.
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El hombre se había lanzado al descubrimiento de otros mundos y otras civilizaciones sin haber explorado íntegramente sus propios abismos, ese laberinto de oscuros pasadizos y cámaras secretas, sin haber penetrado en el misterio de las puertas que él mismo ha condenado.
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No imaginamos que pueda haber algo muy distinto, y con esta idea partimos hacia otros mundos. ¿Y qué haremos con esos otros mundos? Dominarlos o que ellos nos dominen: ¡no hay otra idea en nuestros patéticos cerebros! Ah, cuánto esfuerzo inútil.
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Novela de ciencia ficción, escrita por Richard Matheson, en 1975 se titula: "En algún lugar del _________"