Solaris de Stanislaw Lem
[...] Ensimismado, estupefacto, caí en las aparentemente inalcanzables regiones de la inercia y, en la creciente intensidad de la pérdida, me fundí con aquel fluido y ciego coloso, como si le estuviera perdonando todo sin el más mínimo esfuerzo, sin palabras, libre de cualquier pensamiento.
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