El profesor A. Donda

Ijon Tichy conoció al profesor Dońda el día en que este último le salvó la vida, literalmente; aunque ya antes le habían advertido que Dońda era un charlatán y un embustero (¡y tenían razón!).

De todos modos, Ijon Tichy acompañará al profesor y se convertirá en su ayudante hasta el fin del mundo, o para ser exactos: hasta el fin de la civilización humana. Para este momento, el profesor con fama de charlatán será reconocido, por los demás científicos, como una de las personas más influyentes e importantes del mundo. ¿Cómo y por qué?

Es tanta la importancia de Dońda que Ijan Tichy intenta escribir sobre su vida y obra en tablillas de arcilla. Recordemos que la civilización ha desaparecido y que Ijan Tichy vive en una cueva y debe escapar de un gorila viejo y enfermo. Ijan Tichy se esfuerza por completar su tarea, pues piensa que aquellas memorias podrían ser de ayuda para las generaciones futuras, las que quizás logren reconstruir la civilización (quizás).

Esta es una novela corta del reconocido escritor polaco Stanisław Lem (1921-2006), la cual había permanecido inédita en castellano. Es una novela de ciencia ficción post-apocalíptica llena de aventuras y una serie divertida, ocurrente, de enredos: un hombre sin sus lentes confunde a un chacal con un sabueso…; otro piensa que el pelotón de fusilamiento es su guardia de honor…; un catedrático expone la manera en que la “piedra” ha sido un factor decisivo en el pensamiento europeo (digamos que alemán), ya que aquella palabra se sucede en los grandes apellido: EinSTEIN, WittgenSTEIN, EisenSTEIN, FelsenSTEIN, STEIN, STEINach…. Asimismo, Dońda nació gracias (o por culpa) de diversos errores y equivocaciones (que más le conviene al lector averiguar); y aunque su especialidad era diseñar campos de concentración para aves de engorde, Dońda terminó en la universidad dictando clases de Svarnética, algo de lo que él nunca había escuchado hablar:
“Por regla general, primero nace una línea de estudio y después se le da nombre, él, en cambio, tenía un nombre sin materia” (37).
Decidido, Dońda logra dotar de contenido a la desconocida disciplina. Según su idea, la Svarnética debía dedicarse al estudio de la delgada línea existente entre racionalismo e irracionalismo. El profesor, con plena conciencia de la falacia, termina dedicándose a matematizar el mal de ojo, a optimizar y programar hechizos y a construir lanzadores de plagas y maldiciones. No sobra decir que todo esto lo hizo para lograr estipendios y ayudas de la universidad y del Estado, y no resulta descabellado que se le haya entregado, incluso, el título de chamán honoris causa y que también haya sido invitado a Oxford.

La academia internacional, como era de esperarse (¿cierto?), lo descalificó. Por suerte, Dońda vivía en pleno siglo XXI (¡sí, el nuestro!), en tiempos en los que las noticias iban tan de prisa que pronto se olvidaban todas. Y también, por suerte, Dońda vivía en un país del tercer mundo donde sus dirigentes querían nacionalizar la corrupción, de nuevo: literalmente.

En aquel país (¡no!, no es el nuestro, ¿o sí?), los políticos cambiaban sus ideologías según sus intereses, y seguían la orden de robar únicamente a gran escala; en las oficinas públicas se celebraban fiestas, pero no se atendía al público; la economía funcionaba gracias a un acuerdo social basado en los sobornos; los militares se premiaban solos; los policías respetaban el principio de culpabilidad, y por ello no investigaban ningún caso; los industriales recibían préstamos para pagar coimas que coincidieran con los intereses del Estado; y los dirigentes querían comprar un helicóptero porque, según ellos, la “helicopterización” del país estaba más cerca que la construcción de carreteras.

Fue en este país, y gracias a la brujería, donde el profesor Dońda logró la subvención para comprar un supercomputador con el que logró almacenar y programar todos los conjuros, todas las intervenciones mágicas y todas las fórmulas chamánicas del mundo. ¡Todas! Ahora bien, gracias a su investigación Dońda terminó haciendo un descubrimiento de vital importancia. Dońda descubre, sin proponérselo, que la información computarizada, ¡cualquier información!, tiene peso; y que al alcanzar la masa crítica toda esa información desaparece por completo.

Dada su fama de charlatán, la Academia no reconoce que Dońda, en esta ocasión tiene la razón y, por eso, de un día para el otro, toda la información que el hombre ha almacenado desaparece. La catástrofe afectó a todos los países, pero más a los desarrollados que ya habían computarizado sus bibliotecas. Las industrias y empresas cierran, las bolsas de valores caen, se paraliza el transporte, la guerra se detiene (¡por fin!), los gobiernos desaparecen (¡por fin!), etc. El hombre debe defenderse y sobrevivir, únicamente, con lo que aún tiene guardado en su cabeza.

Esta es una sátira sobre el conocimiento y sobre nuestra relación con la información. En esta novela la ciencia y la tecnología producen nuevas formas de superstición, el conocimiento lleva a la corrupción, a la violencia y al sinsentido. En esta novela el hombre puede verse en un espejo que le regresa la imagen de un necio. El mundo patas arriba donde vive Dońda no es otra cosa que un mundo que podemos ver nítidamente gracias a la literatura, pues no es un secreto que a veces no podemos advertir nuestros errores y nos resulta más fácil descubrirlos en los demás.

La bella edición de Impedimenta contiene una “Introducción” (7-13) de Patricio Pron; además, no sobra decir que esta edición hizo parte de las celebración de los cien años del nacimiento del autor.

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Una historia corta pero con reflexiones muy interesantes sobre el poder de la información. ¡Me ha encantado! Pensaba que Lem era un escritor aburrido y denso, pero esta historia me ha parecido divertidísima. Nunca dejará de sorprenderme esa capacidad que tienen algunos autores de hacernos reflexionar sobre la vida, el universo y todo lo demás en clave de humor y sátira. Se lee en una tarde, así que lo recomiendo mucho.