Cuadernos de infancia

Todos tenemos recuerdos de nuestra infancia que son como fotos en un álbum, instantes guardados para siempre en nuestra memoria bajo una luz especial y diferente, este libro es el álbum de fotos de la infancia de Norah Lange y su familia y me ha parecido precioso, divertido, tierno…

El libro es una sucesión de estampas cada una de las cuales cuenta un episodio o un recuerdo de la infancia de la autora. Empieza con el viaje de la familia de Buenos Aires a Mendoza cuando Norah era una niña pequeña y termina con el final de la infancia reproducido en un símbolo tan sencillo y a la vez tan potente como cortarse el pelo.
No te explica cuántos años han pasado, no hace falta, eres perfectamente consciente del paso del tiempo.
No hay hilazón narrativa entre unos recuerdos y otros, tampoco hace falta, son pequeñas teselas que te llevan a un mosaico final.
No es un libro con planteamiento, nudo y desenlace, es una exquisita colcha de patchwork compuesta de pequeños trozos de telas.

No conocía de nada a esta autora pero es evidente que se trata de una escritora con una inmensa sensibilidad, una capacidad lenta y cuidadosa de recrear un mundo en color sepia de cuartos de costura donde se pasan las horas bordando, de institutrices inglesas, de paseos a caballo… Te lleva a percibir esa luz dorada, el olor de la ropa limpia guardada en la alacena o la confitura cocinada lentamente, el sonido de las clases de piano, los paños fríos para bajar la fiebre, las luces el árbol de Navidad, los vestidos de primera comunión…

Una infancia de 5 hermanas (luego un chico, luego una más que murió), todas diferentes pero con los mismos vestidos por parejas de edades… la hermana que se arrancaba los padrastros de las uñas, la que era obsesivamente ordenada, la que era una belleza… hermanas mayores que transmiten cuentos y fantasías a las pequeñas, que las asustan y las consuelan, las hermanas con las que se comparte todo ese acervo de vivencias.

Algunos recuerdos son hilarantes, cuando cuenta las fantasías que poblaban su cabeza de niña, otros son entrañables, tristes, alegres…un mosaico de miles de colores.

En resumen un libro recomendable para leer con gusto y con calma si no te importa que haya muchas descripciones y poca o ninguna acción.

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Pasan los años. Los recuerdos se desdibujan. Solamente sobreviven los más importantes, los que de alguna manera te han marcado, te han dejado huella. Llegas a la adultez y decides echar la vista atrás. Rememorar la infancia, esos días tan sencillos y aparentemente felices. Retazos de aquí y de allá. Tal vez no son del todo fieles. Tal vez están romantizados e incluso idealizados. Tal vez, pero lo que realmente importa es el trasfondo, todo lo que te ha quedado marcado a fuego. Todo lo que recuerdas como si hubiera ocurrido ayer. En cambio, han pasado muchos años, muchos más de los que en un principio te imaginabas.

«La puerta cerrada nos puso un mundo nuevo ante los ojos. Nunca habíamos tropezado con la tristeza de una puerta cerrada, y presentimos que, del otro lado, la muerte pequeña tendría la misma manera de abrir las ventanas, de aguar los ojos, de enfriar los labios.»

Norah Lange plasma sus recuerdos de infancia de una forma detallada y casi poética. Su día a día siendo una niña muy perspicaz. Su día a día siendo una niña que se ve obligada a madurar antes de tiempo. Su día a día pero también el de su madre, sus hermanas e incluso su institutriz. El día a día de todas las mujeres que la rodean y que sirven para exponer cómo era la sociedad, la Argentina de la época y la figura de la mujer en ella. Plasma todo a través de retazos que puede parecer que no tienen conexión entre ellos pero una vez se llega al punto final, las piezas se unen y forman un gran puzzle.

Unas memorias que se centran desde los cinco a los catorce años. En las primeras páginas le damos la mano a una pequeña niña llena de inocencia. La acompañamos a lo largo de los años, la consolamos en los momentos más duros y soltamos su mano cuando ya se ha convertido en toda una mujer. Unas memorias que me han dejado con ganas de más, con ganas de seguir leyendo a Norah Lange. Ojalá poder leer en algún momento su continuación, 'Antes que mueran'. Ojalá poder ver más reconocimiento hacia su obra.


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Autoras que en vida tienen éxito y reconocimiento pero tras su fallecimiento caen en el olvido, tanto en el mundo editorial como en el mundo de los lectores. Autoras que puedes descubrir casi de casualidad y que te hacen pensar en todas las que no han corrido con una suerte igual. Cuando me encuentro con autoras así siempre siento tristeza y las reflexiones me golpean. ¡A saber cuántas autoras han caído en el olvido! ¡A saber cuántas autoras no han sido reconocidas o ni tan siquiera publicadas!

Norah Lange llegó al mundo el 23 de octubre de 1905 en Buenos Aires, Argentina. El hogar que la vio nacer tuvo un papel muy importante en la historia literaria argentina. En la década del 20 su madre la convirtió en lugar de encuentro de los vanguardistas locales, de las figuras literarias ultraístas y martinfierristas. El propósito inicial de dicha tradición era que sus hijas tuvieran un entorno seguro en el que relacionarse. Allí se leía poesía, se hablaba, se jugaba a juegos de salón y se bailaba tango. Se convirtió en una tradición que la propia Norah continuó.

Su carrera literaria comenzó en 1921 con la publicación de algunos de sus versos en varias revistas. En 1925 publicó su primer libro de poemas y en 1927 su primera novela. Fue la única mujer que apareció en el catálogo de cuarenta y seis poetas de la Exposición de la actual poesía argentina (1922-1927). Debido a esto se la empezó a conocer cómo la musa del ultraísmo.
En 1930 decide que su carrera literaria necesita un cambio de aires. Publica su último libro de poesía y comienza a publicar relatos y ensayos. Esto solo era el principio ya que terminó renegando de toda su producción poética y de sus primeras novelas.

En 1937 publicó su libro más conocido e importante, 'Cuadernos de infancia'. Libro con el que obtuvo el Primer Premio Municipal de Literatura. Libro con el que la he podido descubrir.
A partir de 1940 escribe los que se consideran sus escritos más innovadores. En 1959 le otorgan el Gran Premio de Honor y la Medalla de Oro por el conjunto de su obra.

Falleció el 4 de agosto de 1972 en Buenos Aires. En esos momentos se encontraba escribiendo 'El cuarto de vidrio', publicado de manera póstuma.
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Usando un lenguaje muy evocador e imágenes muy poéticas Norah Lange compone un álbum de recuerdos de su infancia, sin un orden temporal explícito ni una conexión narrativa entre unos y otros. Nada de eso se hace necesario durante la lectura porque en cada episodio narrado hay algo etéreo que trasciende las estructuras, los episodios y las vivencias narradas: es la belleza de lo íntimo. La identificación con recuerdos que no son propios se produce por el componente de universalidad que caracteriza la infancia.
La distancia entre la narradora y la protagonista es tan estrecha que uno siente que accede a los diarios de una niña que recoge las experiencias que por un motivo u otro marcan de forma profunda su existencia y moldean su forma de existir. Las primeras experiencias de dolor, de tristeza, de pérdida, de separación están narradas de forma cruda en algunos casos, imperando siempre la naturalidad y, en cierto modo, la realidad. No hay artificios, pero la escritura es poética y contiene reflexiones que ahondan en la naturaleza de la infancia, una etapa desde la que se observa la vida como un complejo nudo de misterios, un mundo a medio construir que la imaginación trata de compensar, dando pie a elucubraciones ingenuas y a ensoñaciones, dando forma a temores y configurando tentativas a un modo de actuar que poco a poco se va definiendo como propio.
Por otro lado, cada uno de estos “recortes” representa una escena completa dotada de mucho más contenido del que pudiera parecer. Por la profunda intensidad de algunas de ellas, se agradece que así sea. La descripción de cada episodio es minuciosa a la par que breve; diría que contienen la información justa y necesaria, y la que intuimos olvidada, recreada u omitida nos pasa desapercibida: toda la atención se dirige a aquello que la memoria ha logrado rescatar. Muchos de los pasajes están cargados de elementos sensoriales, lo que contribuye notablemente al lirismo de la obra.
Leer a Norah Lange ha avivado en mi el deseo de atesorar tan bellos y detallados recuerdos de mi propia infancia ❤️
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