Pensaba que los secretos más dolorosos y más celosamente guardados son quizá los que todos de nuestro alrededor conocen. Tragedias estúpidas. Lágrimas inútiles.
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Pensaba que los secretos más dolorosos y más celosamente guardados son quizá los que todos de nuestro alrededor conocen. Tragedias estúpidas. Lágrimas inútiles.
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Yo siempre había pensar que aquella mujer quemaba. Siempre.
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Hasta entonces nadie a quien yo quisiera me había demostrado tanto afecto y me sentía roída por la necesidad de darle algo más que mi compañía, por la necesidad que sientes todos los seres poco agraciados de pagar materialmente lo que para ellos es extraordinario: el interés y la simpatía.
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"Pero ¿usted cree en esas paparruchas de Dios?", me dijo. "Claro que sí, ¿usted no?", le contesté. "No, ni permito que lo crea nadie." "Entonces yo soy más republicana que usted, porque a mí me tiene sin cuidado lo que los demás piensen, creo en la libertad de ideas".
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Aquí las cosas se encuentras bien, o por lo menos es lo que yo procuro...[...] Abajo no saben tratarlas. Parece que el aire está lleno siempre de gritos... y eso es culpa de las cosas, que están asfixiadas, doloridas, cargadas de tristeza. [...] Ni nuestras discusiones ni nuestros gritos tienen causa, ni conducen a un fin...
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Luces, ruidos, el oleaje entero de la vida rompía contra los balcones con cortinas de terciopelo. Dentro también desbordaba; había demasiada gente.
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¿No te sucede a ti, cuando te forjas una leyenda sobre un ser determinado y ves que queda bajo tus fantasías y que en realidad vale aún menos que tú, llegas a odiarle?
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No había más que decir al llegar a este punto, puesto que era fácil para mí entender este idioma de sangre, dolor y creación que empieza con la misma sustancia física cuando se es mujer. Era fácil entenderlo sabiendo mi propio cuerpo preparado —como cargado de semillas— para esta labor de continuación de vida. Aunque todo en mí era entonces ácido e incompleto como la esperanza, yo lo entendía.
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Tal vez el sentido de la vida para una mujer consiste únicamente en ser descubierta así, mirada de manera que ella misma se sienta irradiante de luz. No en mirar, no en escuchar venenos y torpezas de los otros, sino en vivir plenamente el propio goce de los sentimientos y las sensaciones, la propia desesperación y alegría. La propia maldad o bondad...
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Sintiendo por primera vez, aun sin comprenderlo, que el interés y la estimación que inspire una persona son dos cosas que no siempre van unidas.
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¿Quién es el autor/la autora de Episodios Nacionales?