Antes de ponerse los guantes se pasó, con un gesto maquinal, la mano por la frente. Una mano tan fina que me dieron ganas de volver su palma hacia mis ojos para maravillarme de su ternura, como a veces me gusta hacer con el envés de las hojas...
|
Antes de ponerse los guantes se pasó, con un gesto maquinal, la mano por la frente. Una mano tan fina que me dieron ganas de volver su palma hacia mis ojos para maravillarme de su ternura, como a veces me gusta hacer con el envés de las hojas...
|
Me di cuenta de que podía soportarlo todo: el frío que calaba mis ropas gastadas, la tristeza de mi absoluta miseria, el sordo horror de aquella casa sucia. Todo menos su autoridad sobre mí. Era aquello lo que me había ahogado al llegar a Barcelona, lo que me había hecho caer en la abulia, lo que mataba mis iniciativas; aquella mirada de Angustias.
|
Solo aquellos seres de mi misma generación y de mis mismos gustos podían respaldarme y ampararme contra el mundo un poco fantasmal de las personas maduras.
|
Al fin se fueron dejándome con la sombra de los muebles que la luz de la vela hinchaba llenando de palpitaciones y profunda vida.
|
...aquel día yo había sentido como un presentimiento de otros horizontes. Algo de la ansiedad terrible que a veces me coge en la estación al oír el silbido del tren que arranca o cuando paseo por el puerto y me viene en una bocanada el olor a barcos..
|
Gloria, la mujer serpiente, durmió enroscada en su cama hasta el mediodía, rendida y gimiendo en sueños. Por la tarde me enseñó las señales de la paliza que le había dado Juan la noche antes y que empezaban a amoratarse en su cuerpo.
|
Cuando vino un miliciano a registrar la casa yo le enseñé todos mis santos, tranquilamente. Pero ¿usted cree en esas paparruchas de Dios?, me dijo. Claro que sí, ¿usted no?, le contesté. No, ni permito que lo crea nadie. Entonces yo soy más republicana que usted, porque a mí me tiene sin cuidado lo que los demás piensen, creo en la libertad de ideas. Entonces se rascó la cabeza y me dio la razón. Al otro día me trajo un rosario de regalo de los que tenían ellos requisados.
|
Gloria, la mujer serpiente, durmió enroscada en su cama hasta el mediodía, rendida y gimiendo en sueños. Por la tarde me enseñó las señales de la paliza que le había dado Juan la noche antes y que empezaban a amoratarse en su cuerpo.
|
Pensaba que los secretos más dolorosos y más celosamente guardados son quizá los que todos de nuestro alrededor conocen. Tragedias estúpidas. Lágrimas inútiles.
|
Yo siempre había pensar que aquella mujer quemaba. Siempre.
|
¿Quién es el autor/la autora de Episodios Nacionales?