Ya de madrugada, un cortejo de nubarrones oscuros como larguísimos dedos empezaron a flotar en el cielo. Al fin, ahogaron la luna.
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Ya de madrugada, un cortejo de nubarrones oscuros como larguísimos dedos empezaron a flotar en el cielo. Al fin, ahogaron la luna.
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En aquellas heladas horas hubo algunos momentos en que la vida rompió delante de mis ojos todos sus pudores y apareció desnuda, gritando intimidades tristes, que para mí eran sólo espantosas. Intimidades que la mañana se encargaba de borrar, como si nunca hubieran existido...
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De las noches de invierno con sus húmedas melancolías: el crujido de una silla rompiendo el sueño y el escalofrío de los nervios al encontrar dos pequeños ojos negros -los del gato- clavados en los míos.
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Entonces fue cuando tuve la sensación de que una raya, fina como un cabello, partía mi cabello, partía mi vida y como un vaso la quebraba.
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La risa de Román me alcanzaba, como la mano huesuda de un diablo que me cogiera la punta de la falda.
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No necesitarás nada cuando las cosas de la casa te agarren los sentidos.
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Pensaba que los secretos más dolorosos y más celosamente guardados son quizá los que todos de nuestro alrededor conocen. Tragedias estúpidas. Lágrimas inútiles.
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Yo siempre había pensar que aquella mujer quemaba. Siempre.
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Hasta entonces nadie a quien yo quisiera me había demostrado tanto afecto y me sentía roída por la necesidad de darle algo más que mi compañía, por la necesidad que sientes todos los seres poco agraciados de pagar materialmente lo que para ellos es extraordinario: el interés y la simpatía.
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"Pero ¿usted cree en esas paparruchas de Dios?", me dijo. "Claro que sí, ¿usted no?", le contesté. "No, ni permito que lo crea nadie." "Entonces yo soy más republicana que usted, porque a mí me tiene sin cuidado lo que los demás piensen, creo en la libertad de ideas".
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¿Quién es el autor/la autora de Episodios Nacionales?