Las hijas horribles

Lo primero que diré es que me resulta difícil hablar de este libro porque, si mi madre no se ha cansado casi tres años después, sigue leyendo mis reseñas (con suerte sólo me da like, sin lectura de la reseña). Lo segundo, es, mamá, si me lees, te quiero. Y lo tercero es que este libro se siente como cinco sesiones de terapia por el módico precio de 21'90€, por lo que si tenéis issues de vínculos materno-filiales, vais a llegar a las mismas conclusiones ahorrándoos una pasta.
Ah, y decirle también gracias a Blanca Lacasa por desentrañar estás dinámicas tan complejas. Yo, como ella, me he visto sorprendida por conocer a tantas madres de amigas tan parecidas a la mía. A veces no sé a qué se dedican, cuáles son sus hobbies o de qué color tienen el pelo. El parecido radica en su comportamiento con respecto a sus hijas.
Y después de verbalizar, viene la culpa. Lo que a veces se nos ha echado en cara. Qué desagradecidas, si ellas lo han dado todo por nosotras.
Pero ahí llega Lacasa, con una capa de superwoman a nuestro rescate, y al de ellas. No todo es nuestra culpa, ni la suya. Es de la sociedad, que nos inculca a todas (cuánto más hacia atrás la generación, más a hierro) que el papel de la mujer se cumplimenta por el ser madre, que esa es la meta, y que esas serán todas las etiquetas por las que una mujer se puede definir después: la buena madre. Y a veces las madres no tenían tantas ganas de ser madres, o sí, pero no por ello dejan de ser lo demás: amigas, trabajadoras, mujeres. Les generan a ellas unas expectativas tan marcadas que sobreprotegen a sus crías, enjaulándolas entre barrotes de reglas muy marcadas y muchas exigencias, esperando de esas hijas o el anhelo de lo que ellas dejaron de ser por ser madres o un calco de las decisiones que tomaron a partir de ese momento; y cuando sus crías crecen y no caben en la jaula, liberándose, viene el enfado de las primeras y la culpa de las segundas. Llegados a este punto de no retorno, se necesita la aceptación (a veces a través de la terapia) y buscar una solución a la relación más compleja de nuestras vidas. Algunas mediante ruptura, y otras mediante el ceder y el entendimiento.

Tremendo viaje el de estas 238 páginas, a veces por el sentimiento de plenitud que ofrece la comprensión, otras por la sensación de sorpresa ante la revelación de un secreto milenario, y otras desde la vergüenza que se siente al saber que tú también lo has hecho mal.
Un libro muy recomendable para cualquier hija que hay sentido en cualquier momento lo dificultoso de la relación con su madre: una en la que se da la incomprensión, en la que haya tirantez, malos entendidos o dolor (también puede ser leído por cualquier hijo que tenga este mismo tipo de tensión con su madre, si bien la ecuación hija-madre es más frecuente de résultat así).

Muchas gracias a Blanca Lacasa y a todas las mujeres que prestaron sus testimonios para este libro, por arrojar tanta luz ante un tema, casi, tabú.

Este ensayo trata en profundidad el tema de las relaciones madre/hija desde la perspectiva de las hijas. Para ello utiliza múltiples testimonios de mujeres con perfiles muy diferentes (con o sin hermanos, con o sin hijos, de edades comprendidas entre los 30 y los 50 años) y también con madres de estilos variados, apoyándose en mucha documentación de expertas en la materia y utilizando referentes literarios y cinematográficos para ilustrar lo que busca en cada momento.

Se trata de un texto que da mucho que pensar puesto que, aunque sea de modo inconsciente, todas hemos depositado unas expectativas u otras en el papel de la madre. Mientras que un buen padre es aquel que está presente y se implica, una buena madre es paciente, solícita, cariñosa, debe mantener a sus hijos y su casa limpios y aseados y estar siempre a disposición de las necesidades de los demás. Y todas estas características lo que suponen es que las madres deban anularse como mujeres para ser solo madres, no parece que pueda permitírseles la queja o la ausencia porque en su genética debe estar el ser como la sociedad ha establecido que debe ser una madre. Este gigantesco peso sobrevuela siempre su realidad, incluso aunque a día de hoy creamos que la situación es diferente, socialmente se sigue existiendo la perfección de las madres. Pensando sobre esto, últimamente se habla del concepto de “malas madres” refiriéndose a aquellas que hacen cosas para sí mismas además de ser progenitoras, como si estuviese mal el ser un ente separado del hogar o la descendencia y tener aspiraciones o aficiones alejadas de ese rol.

Por otra parte, el libro establece también que la relación madre/hija es compleja porque se intrincan cuestiones contradictorias, como el querer que tu hija vaya más allá del papel establecido para las mujeres pero, al mismo tiempo, culparlas por ser el motivo de que ellas mismas no hayan podido realizarse independientemente de la maternidad. Tampoco las madres están libres de buscar en sus hijas las cualidades mejor valoradas socialmente para las mujeres, al mismo tiempo que se sienten culpables si no las poseen porque crean que han fallado en su papel como madres.

El tema da mucho de sí como podéis ver…personalmente creo que es una lectura interesantísima para reflexionar sobre la cuestión, aunque pueda hacer daño, pero también puede servir para reconciliarnos con nuestro nuestras progenitoras y con nosotras mismas por sentirnos como quizás nos sintamos en determinados momentos de nuestra vida con esta relación.

Se nos habla por activa y por pasiva del concepto de «maternidad». En todas partes, a todas horas. Pero, ¿Qué pasa con la «hijidad»? ¿Qué significa siquiera ser hijo o hija? ¿Qué esconde ese vínculo con la madre?

Todas estas preguntas (y más) se plantean en «Las hijas horribles», un ensayo que me ha supuesto un giro en varios sentidos.

A través del análisis de experiencias reales, cine, libros, ideas pasadas, presentes y futuras, la autora nos hace un recorrido sobre todo este tema tan atemporal y a la vez universal. Nos ofrece un documento MUY validador, muy completo y con ideas interesantísimas que dejan el poso del pensamiento crítico. Nos invita a preguntarnos, a contextualizar, a hacer un ejercicio de empatía y de desinfantilización. A ver a nuestras madres como personas, a deshacer esa idealización tan exigente, tan estigmatizante, tan dañina para ambos lados

La autora intenta dilucidar cómo funcionan estos mecanismos que envuelven a las madres y a las hijas, pero no sentencia. No hay soluciones. No es un manual. No es una guía. Es una herramienta con la que nosotras podemos hacer lo que sea. Las verdades absolutas no existen en las relaciones humanas, tan complejas y personales.

Es en esa cierta universalidad de las experiencias donde está lo más sanador de este ensayo, porque creo que consigue llegar a un punto de encuentro intergeneracional que le aporta un grandísimo valor. Y por eso un texto importantísimo que recomendaría a todo el mundo, da igual la edad o el género. Estoy casi segura que cada unx podríamos encontrar nuestro cachito, estemos más o menos de acuerdo con algunas cosas que aquí se formulan. Yo misma hay cosas que he conectado y cosas que no tanto, pero no os quiero destripar el ensayo. 

Y si no lo encontramos, quizá nos plantee alguna que otra pregunta que despierte algo en nosotrxs. Una chispa.


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