Las hijas horribles de Blanca Lacasa Carralón
Toda aceptación conlleva un duelo. Pero, en este caso, el duelo no es por la figura de la madre. Lo es más bien por nuestras malogradas expectativas. Dejar marchar esas perspectivas fallidas es tan liberador como necesario. Para nosotras (saber por fin a qué atenerse!) y para ellas (¡poder ser!). Acaso asumir que la familia es un organismo abollado de partida y que el amor filial es algo indefinible por naturaleza y por lo tanto, no regulable, ni cuantificable, ni exigible nos ahorraría no pocas turbaciones y disgustos y, sobre todo, nos ayudaría a futuro para permitirnos abordar toda esta cuestión desde otro lugar menos utópico y, seguro, menos doloroso.
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