La Guerra de la Amapola

No eran vidas.
Eran cifras.
Eran una resta necesaria.

Y ahora los futuros sin cumplir de millones de personas fueron calcinados hasta desaparecer, como un cielo lleno de estrellas que, de repente, pasaba a oscurecerse.

-[…] Al final, gana el bando que acaba vivo. La guerra no determina quién tiene la razón. La guerra determina quién sigue en pie.

Lo único permanente en el imperio Nikara era la guerra.

Al final, gana el bando que acaba vivo.

Los humanos siempre pensáis que estáis destinados a cosas, ya sea a la tragedia o a la grandeza. El destino es un mito. Es el único mito.

Rin había cruzado todo el país para llegar a un lugar con el que llevaba años soñando, solo para acabar descubriendo una ciudad hostil y desconcertante que detestaba a los sureños. No tenía un hogar, ni en Tikany ni en Sinegard. Dondequiera que viajara, a cualquier parte a la que huyera, seguiría siendo una huérfana de guerra que no debía estar allí.

Si los últimos siglos han servido para enseñarnos algo, es que los enemigos de Nikan nunca descansan. Pero esta vez, cuando regresen, pretendemos estar preparados.

Era duro enterarse de que vivía en un mundo en el que los humanos habían tenido la capacidad de comunicarse libremente con los dioses y la habían perdido.

-Un gran peligro siempre va asociado a un gran poder. La diferencia entre grande y mediocre es que los más grandes están dispuestos a asumir el riesgo.