Ritos funerarios

Estoy yerma; nada crecerá ya nunca de mí. Soy el pez muerto puesto a secar en el aire frío. Soy el pájaro muerto en la orilla. Estoy seca, no sé si sangraré cuando me arrastren al encuentro del hacha.

El mar se te mete en la cabeza. Como decía Natan, una vez le permites entrar ya no te deja en paz. Igual que una mujer.

Cualquier mujer sabe que una hebra, una vez hilada, así se queda; la única manera de corregir una equivocación es deshacerla entera.

Cogen a un ratón para que domestique a un gato.

Son tantas las maneras en que puede hacerse daño a una persona.

Saber lo que una persona ha hecho y lo que una persona es son cosas muy distintas.

Aunque he hecho todo lo posible, he sido pasto una y otra vez del desastre; el destino me ha clavado su cuchillo hasta la empuñadura.

La negrura invade mis pensamientos y mi corazón aletea como un pájaro en el puño de una mano. Incluso si cierro los ojos con fuerza, la oscuridad sigue ahí, y ahora además hay unos temblores espantosos de luz parpadeante. ¿Tengo los ojos abiertos o cerrados? Tal vez ha sido un fantasma lo que me ha despertado.

Me dejaron sola, sin una luz, y no había manera de medir las horas. de distinguir los días de las noches. Ahora mi única compañía son los grilletes en mis muñecas, el suelo de tierra, un telar desmontado, abandonado en un rincón, un huso viejo y roto.

un hombre sin un libro esta ciego