En esto de la muerte no hay dos sin tres, os lo digo yo. Y si los Buenos andan detrás de esto… pues…
|
En esto de la muerte no hay dos sin tres, os lo digo yo. Y si los Buenos andan detrás de esto… pues…
|
Hasta que no se le ocurrió que su llanto podía despertar a los demonios que acechaban el alma de Martin, no paró. Entonces se metió la manga del tabardo en la boca y tembló en silencio. «Cómo te atreves a dejarme sola», pensó.
|
Aquella noche, con diez años de edad, había comprendido por fin por qué temían las personas la oscuridad. Era una puerta abierta y podías cruzarla y cambiar. Ser tocado y transformado.
|
Aquellos días en las montañas la habían salvado de enloquecer de soledad. Había trepado hasta que la respiración le latió en los pulmones, y había mirado la lluvia atravesar el valle a sus pies en un velo lento y gris, o el sol proyectar su benevolencia en los campos, y por fin había comprendido las palabras de Maggie. La soledad, lo que la hacía distinta, la haría también libre.
|
Qué recóndito el corazón -pensó Nance-. Que miedo nos da que nos conozcan y, sin embargo, con cuanta desesperación lo anhelamos.
|
Se había convencido a sí misma de que estaba acostumbrada a la vida solitaria, a la presencia furtiva de los pájaros como única compañía. Pero sin visitas, sin nada que hacer salvo descansar en la choza, se había sentido tan extremadamente sola que había llorado.
|
El mundo no nos pertenece -le había dicho en una ocasión-. Se pertenece a sí mismo, y por eso es hermoso.
|
No hay nada que arraigue más la enfermedad en el cuerpo que la soledad.
|
Gregorio Samsa es un ...