Quien quiera entender el decenir de los Balcanes en los últimos años tiene que leer esta novela. Y quien no, también. Refleja a la perfección ese absurdo que tenemos todos (en mayor o menor grado); el sinsentido de buscar siempre las diferencias en vez de las semejanzas, el de la imposición de las ideas. Increíble lo que es el campo de Kosovo para unos y para otros, y al final no es más que un prado, hierba y tierra regada por la sangre del fanatismo. Por cierto, me dejó helado que los propios habitantes de la península balcánica tuvieran nombre para ella. |