La casa del padre

No nos han hecho más cosas porque nos han educado en el miedo y el miedo nos ha protegido. Porque nos hemos defendido con el miedo.

El bloqueo de un escritor de mediana edad sirve de punto de partida para levantar un complejo relato que entreteje traumas familiares olvidados con la actualidad de las manadas y la violencia en el hogar; pero no solo se queda ahí, también toca las relaciones de poder que sustentan el sistema patriarcal o cómo los roles de género nos condicionan, o cómo madurar a veces significa convertirte en lo que solías rechazar. Mucha tela, mucha intensidad en pocas páginas.Soberbio.

Más que sus ojos, me ha gustado siempre el reflejo de mí misma en ellos. Su manera de mirarme. De verme. Quizá me enamoré realmente de mi reflejo en sus ojos.

Tienes entre manos una caricatura de la vida y del conflicto, un borrador muerto antes de nacer, una historia que ni tú mismo te crees. Una gran mentira. Algo más viejo y fuera de lugar que la cafetera americana ante la que desayunas cada mañana.

Escribir es ir perdiendo libertad en cada párrafo. En la primera línea eres libre. No dependes de nadie. No eres aún esclavo de las propias palabras.

Todos tenemos que dar algo para que unos pocos no tengan que darlo todo

¿Cómo escribir del sufrimiento sin dejar el corazón en cada palabra?

Cómo escribir sobre ello, si no encuentras pedazos de verdad ni en tus manos ni en tu memoria.

Volver al inicio y empezar a dar pasos sobre un camino ya transitado, pero sabiendo algo que antes no sabías. Partir de una nueva posición desde la que mirar a tu alrededor. Reconocerte primero para poder reconocer después tu relación con los demás.

Los silencios de las familias son como el cemento, o se rectifican a tiempo o van endureciéndose hasta convertirse en algo sólido y resulta inamovible lo que un día pudo haberse retirado con facilidad.