Y en ese mismo instante, su despacho, la conferencia telefónica de las siete, su apartamento, su hipoteca, su divorcio, su hija... ya no le importan. Es hace veinte años y va disparada por el puente antiguo en un Volkswagen Rabbit hecho polvo, con las ventanas bajadas, UB40 a toda marcha en la radio, el aire dulce y salobre en el rostro. Vuelve la cabeza a la derecha y mira a Gretchen, que va de copiloto, con los cabellos rubios al viento, los pies desnudos, las piernas cruzadas sobre el asiento, y ambas cantan siguiendo la canción que suena por la radio, forzando al máximo sus cuerdas vocales que no saben afinar. Es abril de 1988 y van a comerse el mundo