?En 1740, el Rey Federico II de Prusia invadió Silesia, iniciando así una serie de guerras sangrientas que le valieron el apodo de Federico el Grande, convirtieron Prusia en una gran potencia y dejaron centenares de miles de personas muertas, tullidas o indigentes. La mayoría de los soldados de Federico eran reclutas desventurados, sometidos a una férrea disciplina y a un entrenamiento riguroso. Como no podía ser de otro modo, los soldados no profesaban un gran amor a su comandante supremo. Mientras Federico contemplaba sus tropas, que se reunían para iniciar la invasión, le dijo a uno de sus generales que lo que más le sorprendía de aquella escena era que "aquí estamos, completamente seguros, contemplando a 60 000 hombres; todos son nuestros enemigos, y no hay uno solo de ellos que no esté mejor armado ni sea más fuerte que nosotros, y sin embargo todos tiemblan en nuestra presencia, mientras que nosotros no tenemos razón alguna para temerles"?.