La puerta de las estrellas

Ocurre a veces que a pesar de encontrarnos frente a una construcción narrativa deslavazada como es el caso, uno no puede parar de leer.

Lo sé, lo sé. La autora da voz a una niña de 10 años que nos cuenta su historia desde su realidad repleta de fantasía para poder sobrellevar el drama familiar, pero con todo, creo que esta novela corta podría haberse escrito un poquito mejor.

La puerta de las estrellas hace referencia a un bar donde el padre de nuestras protagonistas recae una y otra vez, en sus problemas con el alcohol.

La acción se sitúa en frío invierno nórdica y los deseos de Ronja de que este año puedan puedan tener en su hogar un árbol de Navidad.

Las continuas pérdidas de trabajo de su padre debidas a su adicción, harán que su hermana Melissa tenga que trabajar en lugar de su progenitor.

Inspirada en "La pequeña cerillera" la obra es un relato triste pero no por ello carente de luz.

Sin duda el mejor recurso de la autora es la montaña rusa emocional en la que vive nuestra pequeña protagonista en la que encontramos alegría, determinación, asco, cansancio y esperanza casi de manera simultánea.

Un libro que nos muestra la otra cara de la Navidad. Personas en un frágil estado de vulnerabilidad que aun cuando reciben pequeños gestos de quienes les rodean, estos no son suficientes o llegan a destiempo.

Pese a tratarse de una novela triste, es hermosa incluso en su final, que por cierto he tenido que leer dos veces para comprenderlo mejor, dada la sutil y delicada forma en que la autora lo acomete y, sobre todo, el mensaje que pretende enviar.

Sin duda un grito desesperado a la conciencia de una sociedad y un sistema que no pone las herramientas adecuadas y necesarias para que familias como estas puedan volver a sonreír.

Un bocadillo no acaba con el hambre.
Un gesto no suple a las carencias afectivas.
Un centro tutelar no tendrá jamás el calor de un hogar.
Y, nuestras espaldas, no solucionan nada.

Iba a empezar mi reseña diciendo ¡Qué bonito relato! pero... bonito no es, es una historia triste. Pero sí es conmovedor, una de esas historias que es imposible que no te revuelvan algo, que no te encojan el corazón, que no te arranquen alguna lágrima.

Narrada por Ronja, una niña de diez años que vive con su padre y su hermana Melissa, más mayor que ella. Se acerca la Navidad, y ella quiere un árbol. Un árbol de Navidad que no se pueden permitir.

Ronja nos irá descubriendo cómo es su vida, nos contará sus sueños, sueños que le sirven para olvidar la realidad. Porque su realidad no es fácil, y por mucho que intente esconderse en sus sueños, por mucho que intente adornarla, se termina imponiendo.

Melissa y Ronja tienen que hacerse adultas antes de tiempo, se tienen la una a la otra, pero nada más, no pueden contar con su padre. Su historia te rompe el corazón.

Un relato muy corto que sin duda recomiendo. Un relato difícil de olvidar.

Las navidades son uno de mis momentos favoritos del año, tengo la suerte de poder asociarlas a felicidad, personas que quiero, comida que me encanta, muchas risas y un sinfín de recuerdos especiales.
 
Sin embargo, parece que mis lecturas navideñas de este año han venido para explorar a fondo esas emociones a flor de piel que también traen consigo estas fechas (sí, soy esa persona que llora con todos los anuncios de navidad), estrujándome el corazón y llenando de tristeza algunas de mis tardes. También diré, que las historias que me hacen sufrir, son las que luego no olvido.
 
La autora noruega Ingvild H. Rishoi propone en ‘La puerta de las estrellas' una suerte de retelling de ‘La pequeña cerillera' de Andersen (como si no tuviéramos suficiente disgusto ya con esa historia). Una novela corta de esa que te lees de una sentada porque es imposible soltarla y ¡algo que me encanta!: con narrador infantil.
 
Ronja, tiene diez años, aunque da la sensación de tener alguno más por el peso que ciertas experiencias le han dejado como la muerte de su madre o vivir en constante tensión ante las consecuencias de que su padre sea alcohólico. Este hombre se nos presenta como alguien sin maldad, que adora a sus hijas, trabajador y luchador, pero bajo el yugo de una adicción que siempre vuelve y que define la existencia de todos. Otro pilar es Melissa, la hermana mayor de Ronja, quien también aún estando en el instituto debe hacerse con una serie de responsabilidades y preocupaciones que no deberían de ser suyas. Alguien a quien sus circunstancias le han quitado las ganas de imaginar. Alguien con la edad suficiente para entender, y quizá por eso, su sufrimiento se siente en tus huesos.
 
Una historia sencilla pero impactante, que logra una gran profundidad gracias a la presencia de una serie de geniales personajes secundarios (dos de ellos, mis favoritos del relato) y a la transparencia y cercanía con la que plantea los sucesos a través de esos ojos infantiles. Esos mismos que te dan una visión sesgada, que se va ampliando con el paso de las páginas hasta demostrarte que no todo es lo que parece en un principio.
 
Una novela que tiene todo para sumergirte en esa fría navidad donde por momentos parece que Ronja conseguirá su sueño, tener al fin en casa, un árbol de navidad. Una lectura que pone tu pensamiento en la realidad de muchas personas en situaciones de vulnerabilidad, que nos recuerda que las navidades no son cálidas, felices y con mesas repletas para todos.
 
Daos prisa, ¡aún llegáis a tiempo para leerla estas navidades!

(5/5)
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Tengo una amiga que siempre me dice que no tengo corazón, porque nunca lloro con los libros con los que los lectores suelen llorar. No sé si este libro será uno de esos, pero yo he estado cerca (por si le vale a mi amiga 😂).

El libro es una joya. Una maravilla de principio a fin. Aunque yo no haya llorado.

Se lee en nada. de una sentada. Es de ritmo muy ágil y engancha desde el principio.

También es duro, y cruel a veces, y triste en mucho. Porque la infancia debería ser bonita y alegre para todos los niños. Y si no, duele. Les duele a ellos y le duele a cualquier adulto que sea medianamente normal.

Pero, claro, esa infancia te la deben procurar los adultos. Y todo irá mal si el alcohol es parte de ese adulto que debe velar por ti, si el alcohol es una unidad familiar más, si el alcohol (como tantas veces pasa) es el que manda en el que debería ser tu hogar.

Y ahí están Ronja y Melissa, dos hermanas muy unidas entre sí, y cada una «sufre» la realidad de modo distinto. Ronja, la voz cantante de esta historia, con solo 10 añitos, tiene siempre sus ojos bien abiertos, se da cuenta de todo pero quiere creer que los milagros existen. En cambio, su hermana mayor ya no cree en nada.
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¿Qué encontraréis en este libro? Una historia sobre niños a los que la vida les hace crecer más rápidos.
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Erratas encontradas: 8 (🤦 ¡psicoanalista ven a mí!).
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FRASES SUBRAYADAS:
&#xNaN«Para creer están las mezquitas».
&#xNaN«[…] me dan envidia los que creen en dioses […]».
&#xNaN«[…] sabéis cuál es el problema para nosotros los humanos, decía, somos bastante listos como para preguntar, pero demasiado tontos para responder».
&#xNaN«Entonces tuve que volver a mirar. No quería, pero así son mis ojos, es imposible detenerlos».
&#xNaN«Puede producirse un milagro […]. A veces no queda otra, y entonces ocurre un milagro».
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Lectura para 6 de los #24retosdelectura:
4.- Libro que tenga una fiesta o celebración
7.- Ay, no esperaba que me gustara tanto
10.- Protagonista con nombre raro
11.- Autora nacida en el S. XX
14.- Donde nadie muere
17.- Mujer protagonista
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#libros / para #blogloqueleo / #LaPuertaDeLasEstrellas @galaxia_gutenberg #IngvildHRishøi / Traducción: #LotteKatrineTollefsen

«Creer es para las mezquitas»
 
En esta frase que Melisa repite como una muletilla a su hermana pequeña, hay desesperanza, ha dejado de creer que la vida puede tener otra tonalidad fuera de los grises y negros, de la música melancólica y las luces mortecinas. Melisa representa la pérdida del sentido de la existencia, por eso cuando la oímos sentimos el enorme vacío de los que perdieron la esperanza. No se la repite a Ronja con la intención de hacerla sufrir, sino para protegerla de la decepción, porque la decepción es dolorosísima, las expectativas no se cumplen, y en esta historia es el padre con su comportamiento el que destroza la vida de dos niñas. Nada cambia, todo es inamovible. Pero Ronja se niega a dejar de soñar.
                Un homenaje explícito a un cuento La pequeña cerillera escrita por el poeta danés Hans Christian Andersen. Cuando era pequeña y leí el cuento, me causó tanto impacto que nunca más quise releerlo. Según mi profesora era un cuento de compasión, una lección, teníamos que estar agradecidos por nuestra riqueza, hay niños más pobres, niños que mueren cuando nosotros tiramos la comida, niños que mueren de frío cuando nosotros no queremos ponernos un abrigo porque no es de moda o feo, ¿verdad que se te incrusta en la cabeza la sensación de culpa? Somos culpables. Hoy, cuarenta y dos años después, leo con mi hija y me doy cuenta lo importante que es leer con los niños y explicarles que lo que sienten no es malo, que esas emociones queinstintivamente rechazamos hay que entenderlas, ¿por qué me siento así? Y sobre todo, ¿qué hago con todo este torbellino de tristeza y pena? 
                A pesar de todo lo malo que rodea a Ronja y nos va contando con su voz infantil y su ilusión contagiosa, como lectores deseamos que sigua entre la realidad y la fantasía, más cerca de la segunda que de lo que la rodea, que siga siendo feliz, que piense que la vida puede dar un giro y lo que hoy es negro mañana será blanco, ¿no es lo que deseamos todos nosotros cada mañana cuando las cosas nos sobrepasan? Nos agarramos a Ronja con fuerza, pero hay un punto donde nos empieza a invadir la melancolía, donde nos produce vértigo que Ronja sea del todo consciente de lo que nosotros sabemos, que Melisa y el señor Arenson sabe, nunca cambiará, porque él también conoce la desesperanza y no puede con ella, por eso intenta ahogarla en alcohol.
                Y tras explicar a mi hija cada una de las emociones negativas que siente, el miedo a que Ronja deje de soñar, el asco que le produce el estado lamentable del padre, la ira por la maldad de Eriksen y la tristeza por la situación de las dos hermanas, enseñamos a nuestros niños a canalizar las emociones, que no se conviertan en frustración, que no se enquisten. Cuando termina la obra me pregunta, «¿Por qué a pesar del final, no me siento triste?», «Porque hay mucha esperanza». Hay un momento de la novela que nos dice Ronja: «Los que creen en dios siempre saben a dónde van». Tener un sentido de vida, un propósito, es una fuerza motivacional, cuando se logra se consigue vivir la libertad, lejos de cadenas y cargas, obtenemos una visión positiva de la vida. ESPERANZA.
 
Muy recomendable.