Dicen que cuando ciertas cosas que llegan en la vida en el momento adecuado las disfrutas con mayor intensidad. Están en lo cierto. Las lágrimas de la libélula llegó a mis manos en medio de una pandemia y dónde las redes sociales están en su máximo apogeo histórico. Sinceramente debo comentar que empecé a leer la novela con mucha intriga pero muy perdida mentalmente. Goñi te sumerge en una historia que parece que ya está a medio contar. La cantidad de información que recibes en las primeras páginas es tan abrumadora que llegas a un punto dónde plantear abandonar el libro se cruza por tu cabeza. Sin embargo, tu cerebro de algún modo se sumerge dentro de un cosmos dónde resulta inconcebible la opción de dejar de avanzar en la lectura. Los diálogos, un cierto extravagantes y forzados para mi gusto, generan un ritmo trepidante con el que deseas alinearte con la narración. Un objetivo que resulta imposible por la capacidad del autor de generar un relato que siempre va cien pasos por delante de tu capacidad de comprender todo lo que está sucediendo en sus páginas. El hecho de plantear una sociedad en cierto modo divergente y criticar implícitamente la supremacía de la informática ante el uso indiscriminado de Internet como vertedero de todos nuestros datos personales, hace reflexionar al lector de muchos aspectos relacionados con la tecnología que hoy se han normalizado pero que deberíamos cuestionar en un futuro y plantear como un problema que puede acabar afectando el progreso de la humanidad. + Leer más |