Inteligencia emocional

El enfado es la más seductora de las emociones negativas porque el monólogo interno que lo alienta proporciona argumentos convincentes para justificar el hecho de poder descargarlo contra alguien. A diferencia de lo que ocurre en el caso de la melancolía, el enfado resulta energizante e incluso euforizante.

El objetivo de la templanza no es la represión de las emociones sino el equilibrio, porque cada sentimiento es válido y tiene su propio valor y significado. Una vida carente de pasión sería una tierra yerma indiferente que se hallaría escindida y aislada de la fecundidad de la vida misma.

Hay personas que naturalmente se hallan más sintonizadas con las modalidades simbólicas propias de la mente emocional, como, por ejemplo, la metáfora, la analogía, la poesía, la canción y la fábula escritos todos ellos con el lenguaje del corazón.

Anhela la amistad y la lealtad porque, como el Hombre de Hojalata de Él mago de Oz', carece de corazón.

La fría lógica no sirve de nada a la hora de encontrar una solución humana adecuada.

Hasta las personas más descollantes y con un CI más elevado pueden ser pésimos timoneles de su vida y llegar a zozobrar en los escollos de las pasiones desenfrenadas y los impulsos ingobernables.

Nos vemos obligados a afrontar los retos que nos presenta el mundo postmodernos con recursos emocionales adaptados a las necesidades del pleistoceno.

Cualquier concepción de la naturaleza humana que soslaye el poder de las emociones pecará de una lamentable miopía.

Las emociones tóxicas pueden llegar a ser tan peligrosas para nuestra salud física como fumar varios paquetes de tabaco al día.

La semilla de todo impulso es un sentimiento expansivo que busca expresarse en la acción.