Ese es el defecto de las mujeres decentes de estas tierras. ¡No hablar! No hablamos y tenemos que hablar
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Ese es el defecto de las mujeres decentes de estas tierras. ¡No hablar! No hablamos y tenemos que hablar
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¿Por qué tus ojos traidores con los míos se fundieron? ¿Por qué tus manos tejieron, sobre mi cabeza, flores? ¡Qué luto de ruiseñores dejas a mí juventud, pues siendo norte y salud tu figura y tu presencia, rompes con tu cruel ausencia las cuerdas de mi laúd!
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Tierna gacela imprudente alcé los ojos, te vi y en mi corazón sentí agujas estremecidas que me están abriendo heridas rojas como el alhelí. |
Sí, sí, que pagara con sangre lo que sangre ha costado
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Para mí esto de mi Rosita es lo peor. Es querer y no encontrar el cuerpo; es llorar y no saber por quién se llora, es suspirar por alguien que uno sabe que no se merece los suspiros. Es una herida abierta que mana sin parar un hilito de sangre, y no hay nadie, nadie en el mundo, que traiga algodones, las vendas o el precioso terrón de nieve
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Son los niños de los ricos, y, como pagan, no se les puede castigar
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¡Qué le vamos a hacer! Ya nos queda poco tiempo en este teatro
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Alguna vez tengo que hablar alto. Sal de tus cuatro paredes, hija mía. No te hagas a la desgracia
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Y yo lo oigo y no puedo gritar, sino vamos adelante, con la boca llena de veneno y con unas ganas enormes de huir, de quitarme los zapatos, de descansar y no moverme más, nunca, de mi rincón
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¿Cuáles fueron las primeras influencias que distinguen la lírica del autor?