Mal administrada, la historia del arte puede ser letal como la estricnina.
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Mal administrada, la historia del arte puede ser letal como la estricnina.
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Definitivamente estoy mal equipada para afrontar la realidad
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Hay batallas que extrañamente uno decide perder; por algo en mi boletín de séptimo grado decía: «Cuando quiere destaca, pero casi nunca quiere».
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Para los griegos el thymos era el alma, el deseo, la vida, posiblemente por su ubicación en el centro del pecho. Yo tenía una enfermedad del alma, vaya noticia. Hasta entonces había vivido como un animal acosado, esperando el golpe que no sabía de dónde podía llegar. [...] Hay algo en la enfermedad que te afila, te quita la ansiedad; si uno logra evadir la autoconmiseración, por supuesto.
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Frente a Rothko, una busca frases salidas de un sermón dominical pero no encuentra más que eufemismos. Lo que uno querría decir en realidad es "puta madre". "Una vida en pinturas." |
No conozco a nadie que haya querido ser escritor y no le haya dedicado alguna vez unas líneas al mar.
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Sé que las razones por las que me acerqué a esta pintura no pasarían un examen de la academia, esa casa de los espíritus donde el mayor miedo es escapar, pero de última, ¿no son todas las buenas obras pequeños espejos? ¿Acaso una buena obra no transforma la pregunta «qué está pasando» en «qué me está pasando»? ¿No es toda teoría también autobiografía?
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Es un instante nomás, un fogonazo en el que ves la relación que habrían podido tener si las dos hubieran cedido un poco, si a las dos no se les hubiese tragado el personaje. Pero, a esta altura, difícil que haya marcha atrás. Para ella serás siempre alguien que desperdició su suerte, la zurdita paqueta que vive como paria. Cuando te hace enojar le decís que te gusta vivir así, en tierra de nadie, y que con las astillas de sus muebles algún día construirás tu casa.
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La sensación de fracaso me aplasta. Definitivamente estoy mal equipada para afrontar la realidad; soy un ejército de uno que, a metros nomás del enemigo, se da cuenta de que olvidó su bayoneta.
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Me acuerdo de una cancioncita empalagosa que me cantaba mi mamá para hacerme dormir, «¿qué será, será?», decía, y a mí se me estrujaba el corazón porque creía que era una pregunta, no una forma de aceptar el destino. ¿Cómo demonios voy a saber yo qué será?, pensaba. Odiosa cantinela, me arruiné la niñez tratando de contestarla.
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Escribió un libro titulado "De lo espiritual en el arte"