El diario de Ana Frank

Y ahora, ocurre que se aferra a mí, y yo, por mi parte, no encuentro el medio radical de apartarlo de mí para ponerlo sobre sí mismo.

La Humanidad sería mejor si cada noche, antes de acostarse, cada uno evocara lo que ha hecho durante el día, bueno y malo, que sin darse cuenta, se esforzaría en corregirse, y probablemente al correr del tiempo podrían obtenerse buenos resultados.

Hablar es demasiado difícil, es atroz.

Desde que su rostro se me ha aparecido tan claramente, tengo por cierto que nadie podrá nunca estar tan sólidamente anclado en mi corazón.

Las personas libres jamás podrán llegar a comprender lo que significan los libros para las que se ven obligadas a esconderse. Libros y más libros, y la radio. Éstas son nuestras únicas distracciones.

Esto es imposible, no puedo cambiar y, por otra parte, no soy tan mala como dicen, estoy segura de ello. Pongo buena voluntad en complacer las personas que me rodean, hasta el punto de que se supieran los esfuerzos que hago para lograrlo se asombrarían.

Esperan los judíos y los cristianos, espera el mundo entero y muchos esperan la muerte.

No puedo hacer nada sin pensar en los que se han ido. Si me sorprendo riendo, se me hiela la risa en los labios y me digo que no tengo derecho a estar alegre. Pero ¿es necesario que me pasé los días llorando?

No me juzgues por lo que has leído. Considérame simplemente como un ser que a veces siente que el cáliz de su amargura está lleno hasta los bordes.

Estoy distanciada de mis padres, voy un poco a la deriva y por el momento no tengo la menor idea de dónde puede hallarse mi refugio.