Mientras contaba mi vida a un desconocido pensé que lo que más nos seduce de conocer a alguien nuevo es la posibilidad de volvernos a contar.
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Mientras contaba mi vida a un desconocido pensé que lo que más nos seduce de conocer a alguien nuevo es la posibilidad de volvernos a contar.
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La naturaleza del deseo, incluso del amor, es aleatoria, tosca, extraña. Errática. De tan básica sorprende, y por eso misma razón aterroriza: porque no es compleja, no necesita de demasiadas paráfrasis para explicarse. Basta con una sola palabra: ocurre.
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Toda historia de amor contiene dentro de sí misma la semilla de su destrucción.
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Agarrarse a la tristeza y al dolor era una manera como otra de mostrar lealtad a los muertos.
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El arte es un refugio para el malestar, para la locura, pero en él no hay juicio moral.
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Las comidas de Navidad tienen algo fúnebre, de alabar a los muertos ahora que ya no están.
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la realidad es terca, inamovible, pero siempre queda el relato.
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Mis hermanos no se conocen entre ellos. Miento, se vieron una vez.
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En realidad, no es tanto un miedo a enamorarse como un miedo al dolor, al fracaso. De determinadas situaciones, no solo de las misiones espaciales, tampoco se vuelve.
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Sin embargo, conforme lo pensaba entendí que cualquier historia no cuenta la verdad, sino una verdad.
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Gregorio Samsa es un ...