La desgracia es a veces la factura que se esconde agazapada tras el exceso de felicidad
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La desgracia es a veces la factura que se esconde agazapada tras el exceso de felicidad
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Crecer supone salir del círculo, pero el niño que luego será adulto lo irá buscando siempre, volviendo la vista atrás para dar con ese lugar donde no ser vulnerable, es decir, un lugar donde sentirse a salvo, también de la vida y por tanto fuera de ella.
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El pensamiento mágico supone que uno puede cambiar la vida con el solo impulso de su mente.
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Dicen que se aprende a hablar a lo largo de los cuatro primeros años. Sin embargo, aprender a decir lo que uno quiere puede llevar toda la vida.
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Mi padre, en esa capa de la vida en la que a veces hemos tenido la fortuna de encontrarnos, la de los sentimientos, viaja de incógnito para que nadie le reconozca y, sobre todo, para que nadie pueda pedirle explicaciones
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La maldición del plural es que siempre diluye. Las cosas verdaderamente importantes son las que se dicen en singular.
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Más tarde, cuando alguna vez me volvieron a pedir que dibujara una familia, pensé que si representas lo que comúnmente se entiende por una familia puedes fingir el resto de tu vida que también tú perteneces a una.
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Cuando podrías arreglarlo es tarde. Y no hay nada peor que tarde.
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En el prólogo a Despachos de guerra, de Michael Herr (el mejor libro sobre guerra que he leído), se dice: «Somos responsables de lo que vemos». Pero creo que, en especial, somos responsables de lo que no queremos ver.
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Las grandes conversaciones se tienen, aunque parezca extraño, cuando no hay una mirada de por medio, cuando hay movimiento.
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La edad de la inocencia