Su éxito lo destrozó. Y su fracaso nos destrozó a ambos.
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Su éxito lo destrozó. Y su fracaso nos destrozó a ambos.
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Siluetas poco definidas se inclinan sobre mí y se mueven en derredor como si yo estuviera bajo el agua, ahogándome en mis propios errores.
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No sé qué decirle. A veces pienso que lo mejor es no decir nada; el silencio no puede tergiversarse.
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Detesto los hospitales. Son el hogar de la muerte y los lamentos tardíos. Un lugar que no desearía visitar jamás, y menos aún donde decidiría quedarme.
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La persona a la que amaba se había convertido en una negada por la que sentía desprecio.
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