Vence tu debilidad consentida, vence tu vulgaridad espiritual, y empezarás a no ser un lacayo de lo inmediato.
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Vence tu debilidad consentida, vence tu vulgaridad espiritual, y empezarás a no ser un lacayo de lo inmediato.
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La belleza no es un canon, sino la alegría que sale de los ojos, una seguridad instintiva necesariamente merecida.
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La barrera más ostensible para usar en vez de ser usado es consentirse o no el desasosiego.
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Aparentando amar la vida, el ansia de masticarla por sistema es un testimonio de rabia. Mamá no me dio suficiente leche, qué aburrido es el mundo, cuánto mejor me irá si otros hacen por mí lo que yo podría hacer por ellos.
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Nunca comemos con más gusto que hambrientos, pero el tragón no entiende de gastronomía.
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Aplicar al desamparo un análisis como el que intentamos en otras esferas amarga inútilmente.
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Qué elocuente es el desamparo, y qué vehemente la sobreabundancia.
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Cualquier práctica instruye, y la frecuentación nos hace exigentes.
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Cuando me di cuenta de que yo también moriría, allá por los once o doce años, me propuse saber mucho más de lo que sabía entonces, y descansar sobre la inteligencia.
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Invariablemente, confunden inteligencia con obediencia, justicia con cartillas de racionamiento.
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¿Qué objetousaron como traslador en el Mundial de Quidditch?