Fue una promesa hecha demasiado deprisa. La clase de promesa que es fácil hacer porque la has roto antes ya de terminar de decir las palabras.
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Fue una promesa hecha demasiado deprisa. La clase de promesa que es fácil hacer porque la has roto antes ya de terminar de decir las palabras.
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Lo que te golpea nunca es lo que esperabas. Siempre es algo sigiloso, que te ataca por la espalda cuando estás pendiente de otra cosa.
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(...) no fue tan terrible como me había esperado, porque quien allí yacía no era en realidad mi hija. Mi hija, a quién le encantaba la pasta y el color amarillo, qué sufría jaquecas y a quién le preocupaba tener las piernas demasiado largas, que resoplaba al reír y odiaba tener pecas, ya no estaba allí. Aquella era la carcasa de una niña que a duras penas reconocí.
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Sabía cómo hacer que su hija fuera fuerte. Porque, pellizcos aparte, el mundo era un lugar feo, en especial si eras mujer. No había escapatoria. O peleabas o te rendías.
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No puedes dejar que nadie te quite algo tuyo, no mientras estés vivo para impedírselo.
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Nadie te habla nunca del tiempo que pierdes.
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Sabían que por fuera yo seguía siendo un ser humano funcional. Pero por dentro estaba hecha jirones.
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Es difícil prosperar en la vida cuando no tienes un ejemplo que seguir.
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Estaré aquí cuando te rindas.
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Le gustaba tener secretos. El poder que proporcionaban era siempre más útil que la sinceridad.
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10 negritos